La Guerra de la Independencia en León, 1808 a 1813

Arsenio García Fuertes.

Licenciado en Filosofía y Letras. Miembro del Foro para el Estudio de la Historia Militar de España.

Voy a recorrer un vasto espacio sembrado de sucesos memorables que no merecen la triste suerte del Olvido. Voy a escribir, como pocas veces puede hacerse, entre el ruido de las armas y sin dejarlas de la mano, a la vista de los sepulcros humeantes de muchos héroes muertos para el mundo o para la Nación, y en medio de testigos de sus diversas acciones. Sacaré así a la luz momentos que yacen al lado de las tumbas y de las ruinas que cubren nuestro suelo […].

Introducción

La actual provincia de León, puerta de entrada a Galicia y Asturias sería durante la guerra un continuo campo de batalla entre el Ejército Español y el Imperial. Tras el paso de ejércitos españoles, franceses y británicos por la provincia en 1808 (con la llegada del mismo Napoleón a Astorga en la madrugada del 1 de enero de 1809), León se convertiría en un frente aparentemente secundario de la Guerra Peninsular.

Los británicos, tras la fallida campaña de John Moore de 1808, harán de Portugal su base de operaciones, centrando en Extremadura y Salamanca su eje de avance hacia Madrid. Por su parte, el llamado 6º Ejército Español que operaría en el noroeste de la Península, tomará León como campo de sus operaciones, convirtiéndose en el imprescindible flanco norte del Ejército anglo lusitano de Wellington entre los años 1811 a 1813.

Tras la liberación de Galicia en el verano de 1809, las fuerzas regulares españolas se harán fuertes en los Montes de León y en la Cordillera Cantábrica. Por el contra, los franceses dominarán las zonas llanas, con centro en la capital leonesa. Una amplia “Tierra de Nadie”, desde Boñar hasta Astorga, será disputada con tenacidad por los ejércitos de las dos naciones. El conflicto se prolongará en tierras leonesas hasta 1813 por medio de continuos combates y con los dos famosos Sitios de Astorga de 1810 y de 1812.

Año de 1808

Iniciada la guerra, durante el verano de 1808, los primeros esfuerzos leoneses para la lucha se materializarían en el reclutamiento de las tropas de Voluntarios de León (8.000 infantes de nueva leva) que la Junta del Viejo Reino alistaría para las campañas de Medina de Rioseco y del Ebro. Un hecho de especial significación para entender la naturaleza del conflicto, dentro del mismo bando patriota, sería el asesinato el 24 de junio (en un motín en Villafranca del Bierzo) del Capitán General de Galicia Antonio Filangieri al que se acusaba, infundadamente, de afrancesado y de retrasar el avance de su Ejército hacia la Meseta en apoyo de los patriotas leoneses y castellanos.

En ese primer verano de la guerra, los ejércitos patriotas de Castilla y Galicia serían vencidos en Cabezón y Medina de Rioseco por los franceses. Sin embargo, la victoria de Bailén del 19 de julio haría retroceder al rey José I y a sus ejércitos hasta el río Ebro. Con un fútil optimismo, los patriotas leoneses creerían (al igual que los del resto de España) que la guerra estaba casi ganada en el otoño de 1808. Un esfuerzo más empujaría a los franceses allende los Pirineos y obligaría al Emperador a negociar el regreso de Fernando VII a España. León vería, ese mismo otoño, la llegada del Ejército Británico aliado de los generales David Baird y John Moore desde Galicia y Portugal.

Sin embargo, Napoleón no podía permitir la humillación de Bailén ante toda Europa. Una fulgurante contraofensiva de Bonaparte, con lo mejor de su <>, derrotaría en octubre y noviembre a los pequeños ejércitos españoles. El Emperador haría su entrada en Madrid el 4 de diciembre. Entre tanto, los restos maltrechos del Ejército de la Izquierda del marqués de La Romana, retrocederían hacia León, azotados por el hambre y el tifus. Entre tanto, Moore, que ya había concentrado sus fuerzas, trató de atacar el 15 de diciembre (en conjunción con La Romana) al mariscal Soult, desplegado en Saldaña y Carrión, y que se hallaba aislado del resto de Cuerpos de Ejército Imperiales.

Durante esta tímida contraofensiva aliada tendría lugar la primera acción de la guerra en tierras leonesas: en la madrugada del 21 de diciembre, el 15º de húsares británico sorprende en Sahagún a dos regimientos de caballería franceses a los que derrota. Sin embargo, el ataque final sobre Soult nunca se produciría. En la noche del 23 de diciembre Moore recibió noticias de La Romana: el Emperador había cruzado las nevadas cumbres del Guadarrama y marchaba con su Guardia Imperial hacia León.

Ambos comprendieron que si eran alcanzados antes de poder alcanzar las montañas serían aniquilados. Moore ordenó emprender inmediatamente la retirada hacia Astorga. Antes de que los españoles pudieran hacer lo mismo, las fuerzas de Soult caerían sobre las tropas del Marques de la Romana en Mansilla de las Mulas.

El 29 de diciembre, la 2ª División (destacada allí para custodiar el puente sobre el Esla) fue sorprendida por la caballería francesa y casi destruida.

Llegado a Astorga, La Romana no convencerá a Moore de resistir en las montañas para dejar libre Galicia de la invasión. El británico decidirá reemprender la marcha hacia

La Coruña para reembarcar su ejército, convencido de la derrota final de España. A los británicos sorprendio

el estado desolado de soldados españoles tras seis meses de guerra. Según el sargento Anthony Hamilton del 43º de Infantería:

Es difícil concebir algo en peor estado que el Ejército de La Romana. Se hallaban necesitados de ropa, armas, municiones e, incluso, comida. Había brotado entre ellos una fiebre maligna y el número de enfermos aumentaba a cada hora… este valiente y sufrido grupo aguantó sus innumerables privaciones con estoica paciencia. Constantemente mostraban, incluso en la más profunda adversidad, un coraje y devoción completos a la causa por la que luchaban.

En Astorga, el tifus traído por las tropas españolas despobló la ciudad. La entrada de las tropas imperiales, el 1 de enero de 1809, supondrá el concienzudo saqueo de Astorga durante una semana. Circunstancias terribles que ya hicieron escribir en el siglo pasado.

Los aliados emprenderían una terrible marcha en medio de la ventisca.

Los españoles cubrieron la retirada británica que, enseguida, degeneraría en caos y saqueos. En Turienzo de los Caballeros,

la mañana del 2 de enero sería cortada la 1ª División española. La caballería imperial la derrotará tomando numerosos prisioneros Cientos de españoles y británicos murieron en la penosa retirada hacia Galicia. Como recordó un oficial de caballería francés, al franquear Manzanal .

1809

Los mariscales Ney y Soult se adentrarían en Galicia en pos de La Romana y Moore, que conseguirían salvar sus ejércitos, aunque el británico morirá en la batalla dada a las puertas de La Coruña.

El español conseguiría avivar una gran revuelta armada popular en toda Galicia que (con el apoyo de sus fuerzas regulares) lograría la derrota y expulsión de los dos mariscales imperiales de la misma en ese verano. Ya el 18 de marzo había tenido lugar, en tierras leonesas, la reconquista de Villafranca del Bierzo.

En una acción de gran audacia, destacamentos de la división de Vanguardia del Ejército del marqués de La Romana (dirigidos por general Gabriel de Mendizábal) capturarían, tras un duro combate, a un regimiento francés refugiado en su castillo. La provincia de León quedaría también liberada de la presencia francesa ese verano al tener que desviar los franceses tropas hacia el sur debido a la fallida ofensiva aliada que, desde Extremadura, el general Cuesta y Wellington emprendieron hacia Madrid (y que acabaría en la batalla de Talavera).

A finales de año, Napoleón ordenará una nueva invasión de Portugal para expulsar a los británicos y cortar su ayuda a España. Para ello había que tomar primero dos pequeñas ciudades españolas: Astorga y Ciudad Rodrigo. Tras la marcha, en agosto de 1809, del Marqués de La Romana hacia Extremadura, únicamente habían quedado en León los 6.000 hombres de la 4ª División del Ejército de la Izquierda, al mando del brigadier Juan José García de Velasco.

En el bando opuesto, el general Kellerman extendía desde Valladolid su autoridad (con guarniciones y columnas volantes) sobre León, Castilla la Vieja, y la línea de comunicaciones entre Madrid y Francia. Sobre los páramos de León actuarán siempre algunas de estas poderosas columnas francesas desde Benavente al puerto de Manzanal, y desde Astorga a León. Astorga será el vértice donde las dos líneas convergían y paso obligado de las columnas imperiales. Por ello, para el mando español será de importancia vital tratar de dominar Astorga.

La Junta de León (que había perdido gran parte del territorio bajo su jurisdicción y en el Bierzo no hallaba víveres suficientes para las tropas españolas) presionaba para mantener destacamentos en Astorga y Puebla de Sanabria desde los que recoger grano en Tierra de Campos quitándoselo a los franceses. Esta terrible precariedad en el abastecimiento a las tropas españolas (que obligó en ocasiones a retirar batallones enteros del frente por no poder alimentarlos) llevaría en los meses siguientes a agrias disputas entre las Juntas de León y de Galicia.

El 1 de septiembre una de la columnas francesas sorprendió en Astorga a una avanzadilla de los “Voluntarios de León“. La crítica situación se superó por la decidida actuación de los astorganos (que se negaban a entregar la ciudad a un nuevo saqueo). Una desesperada resistencia de soldados y civiles consiguió rechazar a los franceses. Se demostró así que la pequeña ciudad podía resistir con una guarnición a las columnas de Kellerman.

Astorga sería rápidamente ocupada por las mejores tropas de que disponía Velasco: tres batallones leoneses y dos regimientos provinciales gallegos. A la par se iniciaron trabajos para mejorar sus débiles murallas medievales. El 9 de octubre otra columna, al mando del general Louis Carriére, volvió a intentar tomar Astorga. La guarnición (con gran presencia de ánimo de la población civil que volvió a participar en los combates) rechazó de nuevo el ataque. Entretanto, el Teniente General Nicolás Mahy (nuevo Capitán General de Galicia), se mostraba incapaz (debido a rivalidades y desórdenes políticos internos) de que la Junta de Galicia pusiera en pie un numeroso contingente de tropas.

Además, las reservas de municiones que se pudo proporcionar al gobernador de Astorga, José María de Santocildes, apenas llegaban para sostener un mes de combates. Por todo ello, el destino de las tropas españolas de Astorga si eran asediadas estaba sellado, no podrían ser socorridas. Su éxito radicaría en que fueran capaces de resistir el mayor tiempo posible para desgastar a los franceses y dar tiempo a las tropas españolas de Galicia, y a las británico lusas de Portugal, a mejorar sus defensas. Santocildes no se limitó a encerrarse en Astorga. Sus tropas realizaron numerosas incursiones. Los victoriosos ataques del 8 de noviembre sobre Castrogonzalo, y del 25 de enero sobre Puente Orbigo, levantaron gran alarma entre los franceses.

1810

La historia del primer Sitio de Astorga (como la de todos los asedios de aquella guerra) si bien dio gloria a la causa patriota, en el aspecto militar hay que decir que acabó en una rotunda derrota. La obstinación española por encerrarse en ciudades indefendibles, no conseguía más que destruir las escasas tropas que una empobrecida

España a duras penas podía formar, equipar y mandar al combate. Astorga quedaría ocupada el 22 de abril por las tropas imperiales del general Lauberdiere. Rápidamente el alto mando francés haría reparar las brechas en la muralla. Igualmente, y como reflejo de la importancia que los franceses dieron a la ciudad, Astorga arrebataría la capitalidad administrativa a León como sede de la nueva Prefectura del “Alto Esla“.

Tras la toma de Astorga, el 8º Cuerpo de Ejército del general Junot abandonaría León a fin de participar en la invasión de Portugal. Fiado en esta momentánea debilidad de los franceses en la provincia y espoleado por las críticas que le llovían desde Galicia, Mahy ordenaría realizar dos incursiones sobre Astorga y León los días 6 y 7 de junio. El ataque sobre Astorga lo efectuó el brigadier José de Meneses al frente de las Compañías de Tiradores de la División de Vanguardia y el apoyo de los batallones de Cazadores del Rey y del 6º de Marina.

Se desalojó a los franceses de los arrabales de Rectivía y San Andrés, obligándoles a encerrarse en la plaza. En León el ataque lo dirigió el Coronel Félix Carrera con su regimiento del Rivero y el del 2º de Tiradores de Castilla al mando de Francisco Hevia. El ataque comenzó a las cuatro de la mañana. Tras franquear varias puertas de la muralla en la zona del Hospital de San Antonio (gracias a la ayuda de varios vecinos), las tropas de Carrera y Hevia avanzaron por las calles intentando copar a los franceses a quienes creían concentrados en el convento de San Isidoro.

Pero la guarnición imperial era más numerosa de lo que se había supuesto; además se hallaba repartida en varios caserones fortificados. Los españoles, luchando al descubierto, sufrieron numerosas bajas. Los combates se mantuvieron hasta las 11 de la mañana; hora en que Hevia y Carrera se retiraron.

Sin embargo, la demostración de fuerza cobró sus frutos. La marcha del general Sèras desde Zamora a León dejó aislada a la guarnición imperial de Puebla de Sanabria (formada por suizos). El general Taboada atacó rápidamente la villa con la ayuda del portugués Silveira. Tras un asedio de seis días los suizos tuvieron que rendirse. El año acabaría con la reorganización de los Ejércitos Españoles por el Consejo de Regencia.

Las tropas asentadas en Galicia, Asturias y León se agruparon en un nuevo gran cuerpo llamado “6º Ejército”. Este incrementaría sus efectivos hasta los 31.000 soldados organizados en cuatro divisiones (la 1ª destacada en Asturias al mando de Javier Losada, la 2ª en el Bierzo al mando de Francisco Taboada, la 3ª en Puebla de Sanabria al mando de Francisco Cabrera, y una de Reserva en Lugo).

1811

Durante este año, desde sus plazas fuertes en Astorga, La Bañeza, León, Zamora, Puebla de Sanabria, Toro y Benavente, los imperiales (apoyados en una gran caballería de la que carecían los españoles) se limitarán a mantener encerrados a los españoles en los Montes de León y expeditas las rutas hacia Asturias y Extremadura.

En las montañas de León, continuarán los encuentros con los franceses de los comandantes Porlier y Castañón y sus tropas ligeras del 6º y 7º Ejércitos Españoles.

En febrero de 1811, tras la muerte de La Romana, sería nombrado Comandante del 5º y 6º Ejércitos (con base en Extremadura y Galicia) el general Castaños. Por presiones de Wellington, la Regencia destituiría a Mahy, como ya hemos dicho, mal visto en Galicia. Por su parte, Castaños daría, el 21 de abril, el mando interino del 6º Ejército al mismo José María de Santocildes que había conseguido escapar de su cautiverio en Francia. Wellington (luego de haber expulsado a los franceses de Portugal tras su victoria defensiva en Torres Vedras y tras la sangrienta victoria hispano británica de la Albuera) haría esa primavera un intento de recuperar Badajoz. Ello motivó una rápida marcha de muchas tropas francesas desde el reino de León hacia Extremadura. Aprovechando este movimiento, Santocildes descendió de las montañas.

A pesar de la escasez de caballería (arma imprescindible para poder actuar el los páramos de León), Santocildes avanzó hacia el Orbigo, y desde Sanabria hacia La Bañeza. Los franceses evacuaron rápidamente Astorga el 20 de junio, volando su gobernador, el general Jeanin, varios tramos de muralla para evitar que los españoles se hicieran fuertes en ella. También y por orden del Mariscal Bessières desde Valladolid (Comandante del Ejército francés del Norte), se evacuó Asturias el 14 de junio, a fin de concentrar sus fuerzas en León.

La veterana división del general Bonet se estableció en el Orbigo. En este contexto tendría lugar el 23 de junio la acción de los “Altos de Cogorderos“. En ella, el general Francisco Taboada conseguiría batir a las tropas del general Jean-André Valletaux. El francés atacó imprudentemente con sus 4 batallones a los 6 españoles de Taboada al norte de Astorga. Los españoles consiguieron detener el avance de los batallones imperiales, cuyos voltigeurs no consiguieron abrirse paso ante la tenacidad de la infantería ligera española. Tras seis horas de combate, y cuando empezaba a oscurecer, llegó al campo de batalla el regimiento de Oviedo de la brigada del general Castañón.

Sin apenas tiempo para tomar aliento, los españoles cargaron a la bayoneta arrollando a la brigada de Valletaux, que murió en la misma carga. El feliz resultado de esta acción causó tal alarma a Bessières, que se interrumpió la marcha de más fuerzas francesas hacia el sur favoreciendo así los planes de Wellington. Igualmente, en clara reprensión a sus fracasos ante las tropas españolas, Napoleón sustituiría a Bessières el 8 de julio por el general Dorsenne. En el lado español también se producirían cambios. A instancias de Wellington, Castaños relevó a Santocildes de su mando interino dándoselo al general Javier Abadía (al que el general británico consideraba, infundadamente, dotado de excelentes dotes de mando). La buena sintonía lograda por Santocildes con sus tropas y con las Juntas de León y de Galicia, desapareció con Abadía. Entretanto, Dorsenne, reforzado (incluso con unidades de la Guardia Joven Imperial) hasta llegar a los 23.000 infantes y 2.500 jinetes, recibió la orden perentoria de recuperar Astorga y arrojar hacia Galicia al 6º Ejército.

Este, tras dos meses continuos de campaña, había reducido sus efectivos a unos 15.000 hombres. El 25 de agosto las tropas francesas iniciaron una ofensiva general, desde León y el Esla, hacia Astorga. Los españoles realizan una retirada ordenada. En un brillante combate, 400 jinetes del regimiento de Húsares de Galicia detienen ese mismo día durante dos horas a los Cazadores a Caballo y a los Lanceros Polacos a las puertas de La Bañeza. La retirada prosiguió y el 26 los franceses reocupaban Astorga. El día 27, la brigada francesa del general André Corsin atacaría a las tropas españolas de Federico Castañón en Foncebadón. Por su parte, la brigada del general Jean Baptiste Jeanin lo hará sobre Manzanal. Allí les esperaron cuatro regimientos españoles al mando de Félix Carrera (1º del Ribero, Tiradores de Castilla, 2º de Asturias y Toledo). En los duros combates habidos en Riego de Ambrós, es malherido el general Corsín. Ese mismo día, el 34º regimiento ligero francés pierde a su coronel, Jacques Bertet, y un Aguila. El estandarte francés, recogido con alborozo, fue donado por Abadía al Apóstol Santiago para ser colocado en el Altar Mayor de su Catedral.

Las tropas de Abadía (aún mandadas formalmente por Santocildes) prosiguen su retirada hacia el Bierzo cubriendo todas las entradas a Galicia y Asturias. Los franceses entran el 28 en Villafranca del Bierzo. Imposibilitados para subsistir en el Bierzo, los franceses vuelven sobre sus pasos. En su retirada los pueblos del Bierzo sufren tal número de saqueos e incendios, que el mismo Dorsenne tendrá que reconvenir a sus mandos por la indisciplina de las tropas. Los españoles, a pesar del terrible desgaste sufrido y la falta de suministros, (que dejan reducidos los efectivos del 6º Ejército a 10.000 hombres) habían conseguido sus objetivos estratégicos (apoyados por la actuación de los cuerpos francos de Pablo Mier, Porlier, Longa, Merino y Julián Sánchez en la retaguardia francesa). Sin embargo, la capacidad operativa del 6º Ejército estaba muy mermada: <>. En Galicia, Santocildes sería puesto al mando del pequeño Ejército de Reserva y ascendido al grado de Mariscal de Campo. La brillante actuación del 6º Ejército motivó una elogiosa misiva del Duque de Wellington al nuevo mariscal español.

Igual haría Javier Castaños, desde Valencia de Alcántara:“. En el frente de los Montes de león, el invierno transcurriría con escaramuzas en los puertos y grandes estrecheces entre las tropas españolas. Ello motivo el cese de todas las operaciones ofensivas, levantando no pocas críticas en las Juntas de León y Galicia. En respuesta a ello, el mando español denunció la desatención sufrida por las tropas: Nadie ignora la brillante y ventajosa campaña del 6º Exército en el último verano, la que ha sido terminada por una retirada necesaria, oportuna y gloriosa.

En ella nuestra bizarra y sufrida tropa, descalza en gran parte, se batió con denuedo, orden y pericia, arrancando elogios a nuestros enemigos…Pues sepa Vms. y el publico, con admiración, que el mismo Ejército ha sufrido en julio y agosto ultimo sobre Astorga las mayores necesidades, hasta el caso de mendigar el soldado y perecer algunos de hambre, sin que los cortos y únicos auxilios que la Junta Provincial de León se esmeró en proporcionar, las exacciones en aquel desastrado país y el pelear para comer, fuesen suficientes medios a mejorar tan fatal situación…confúndanse los que preguntan: ¿Por que no avanzan? Durante el invierno de 1811 el 6º Ejército caería en un caos logístico por la incapacidad de Abadía.

Las Juntas de León y de Galicia (que no podían ocultar su enojo contra él) lo vieron aumentar cuando aquél cumplió una orden de la Regencia por la que separó varios batallones para enviarlos a las Colonias americanas que habían iniciado su emancipación contra España. El debilitamiento de unas tropas, tan costosamente reunidas, era más de lo que las autoridades patriotas podían soportar en silencio.

1812

Apoyado por los informes del Comisionado británico en la Coruña, Howard Douglas, el 1 de abril Castaños destituía a Abadía. La primavera fue aprovechada para volver a poner orden en el 6º Ejército. El 17 de junio José María Santocildes sería nombrado Comandante en Jefe en propiedad del 6º Ejército, ante el júbilo de la opinión pública. A mediados de ese mismo mes (según lo acordado con Wellington) el general Castaños ordenaría al 6º Ejército volver a avanzar desde el Bierzo hacia la Meseta. El avance se efectuó, pero Santocildes, ante las iras de Wellington que no consideraba esencial recuperar Astorga, decidió sitiarla el 17 de junio (a pesar de que el 6º Ejército carecía de artillería de grueso calibre para abrir brecha en sus murallas). La ciudad había sido convertida en una verdadera fortaleza por los franceses.

Astorga sitio 1812

La Plaza había recompuesta en todo su antiguo recinto, recalzados sus torreones, y derribados algunos que privaban la defensa, los mas de los parapetos aspillerados, aumentada la espesura en parte de sus terraplenes, cubiertas las Puertas con tambores, y demás obras exteriores, blindajes, estacadas, y en ciertas partes abierto el foso. Piezas de artillería colocadas en los nuevos reductos […] los Arrabales unos derribados enteramente, como el de Rectivía, otros incendiados como el de San Andrés, y parte del de Santa Clara […] Y todo esto hecho a costa de infelices paisanos que, maltratados a palos y encerrados como bestias por espacio de muchos meses, fueron otros tanto esclavos destinados a los trabajos.

El Generalísimo británico insistió en que las fuerzas españolas avanzaran inmediatamente sobre Valladolid, para amenazar el flanco derecho del Ejército francés de Portugal al mando del general Marmont. Ante esta insistencia, Santocildes dejó a la División de Reserva bloqueando Astorga, con toda la escasa artillería del Ejército. Con el resto de sus fuerzas (8.000 hombres y 500 jinetes) Santocildes avanzó para atacar otras plazas en manos francesas: Zamora, Toro y Tordesillas. El peligro potencial al que se enfrentaba Santocildes era muy grande; con un pequeño cuerpo de infantería y apenas medio millar de jinetes y sin artillería, el adentrarse en los desnudos llanos de Tierra de Campos exponiéndose a un rápido contraataque francés (que podría superar a sus fuerzas ampliamente en número y calidad) era una invitación a un seguro desastre. Aún así, el español avanzó valientemente en ayuda de Wellington.

Las nuevas de la victoria del británico en Arapiles el 22 de julio supusieron un gran triunfo para la causa aliada. Sin embargo, para las fuerzas de Santocildes la situación comenzó a complicarse. Tordesillas sería forzada a rendirse, pero Zamora y Toro no pudieron ser tomadas, por la falta de artillería. Astorga, con sus poderosas obras de fortificación y artillería (superior a la de las propias fuerzas españolas sitiadoras), parecía imposible de tomarse con rapidez. Las tropas españolas de asedio tampoco querían destruir la pequeña ciudad con un fuego indiscriminado de la artillería: “Los franceses no temen ser incomodados con granadas, ni por nuestros fuegos, porque saben la consideración que debemos tener con los infelices habitantes“. Los pocos astorganos que residían aún en la sitiada ciudad sobrellevaban con gran miseria los días del largo asedio. En el año 12, estando ocupada por el enemigo la cercaron nuevamente nuestras tropas, y fue tan grande la escasez y apuros, que llegaron hasta comer caballos, gatos y ratones y a sostenerse de hierbas y otras plantas […] Murieron muchos al cuchillo del hambre […] Así se gloría Astorga en que sus arruinadas murallas, arrasadas casas, y la falta de gran número de habitantes, den testimonio público de su acendrada lealtad y heroico patriotismo, por lo que mereció ser igualada a las incomparables Zaragoza, Gerona y Ciudad Rodrigo.

La situación tampoco era mejor entre el Ejército Español sitiador. La comarca estaba despoblada y a duras penas se conseguían recoger víveres. A la escasez causada por cuatro años de guerra, se sumaba la pérdida de las cosechas de aquel año (que daría lugar a la “Gran Hambruna de 1812“). El general francés Clausel, que había tomado el mando del Ejército de Portugal tras su derrota en los Arapiles, había conseguido reorganizarlo. El 13 de agosto, Clausel avanza sobre Valladolid con 25.000 hombres. Desde allí la 1ª división al mando del general Maximilien Foy (con 12.000 hombres y 2.500 jinetes) contraatacó con fuerza para liberar a las guarniciones francesas sitiadas de Astorga, Zamora, Toro y Tordesillas. En gran inferioridad, las fuerzas españolas vuelven a replegarse sobre Astorga, cuya guarnición seguía resistiendo. Con gran habilidad, los españoles conseguirán evitar que los franceses (más preocupados en liberar a sus compañeros de Toro y Zamora que en alcanzarles) se les acercaran lo suficiente como para entablar batalla. El día 15 de agosto los españoles tienen que levantar el asedio de Toro, al que llegaría dos días después el general Foy para recoger a la guarnición francesa. Tras otro día de frenética retirada camino Benavente, las agotadas tropas españolas del Conde de Belveder (que había sustituido a un enfermo Santocildes) pudieron repasar el Esla en la tarde del 18. Varios cuerpos habían hecho marchas forzadas de ocho leguas diarias. En la mañana del 19 llegaría Foy a Benavente.

Rápidamente se entabló combate con la reducida caballería española que retrasó a los imperiales el paso del río con cargas y retiradas por escalones. En dicha jornada los jinetes españoles demostrarán un gran coraje y destreza salvando del desastre a sus compañeros de la Infantería. Al mediodía la vanguardia española alcanza La Bañeza. Allí recibieron la buena nueva de que la desmoralizada guarnición francesa de Astorga (a la que se había conseguido ocultar la llegada de la columna de socorro del general Foy) se había rendido a las 9 de la mañana (tras considerarse abandonada luego de 67 días de asedio). Burlado, en sus propósitos, Foy retrocederá a Zamora, evacuándola el 29 de agosto. A pesar de todas las penurias y de sus fracasos a la hora de tomar Zamora y Toro, la actuación de las tropas del 6º Ejército había sido digna de elogio:

El Exército, animado del mejor espíritu desearía haber hecho más, pero la voluntad no alcanza a suplir los

medios que hubiera necesitado para contrarrestar al enemigo. Falto de Artillería y de Caballería el Cuerpo de Operación y teniendo que obrar en un País muy abierto, no podía ciertamente oponerse a un Enemigo que le presentaba cuando menos tanta Infantería y le excedía en casi toda la Caballería.

La campaña de 1812 acabaría con la efímera toma de Madrid por Wellington y el fracasado asedio británico a Burgos. Tras los mismos, el ejército imperial aún tuvo fuerzas para hacer retroceder hacia Galicia y Portugal a las tropas aliadas. La ciudad de Astorga (declarada “Benemérita de la Patria“ por las Cortes de Cádiz el 30 de Junio de 1811) era una sombra de su pasado tras cuatro años de guerra y dos asedios sufridos. Apenas contaba con 456 habitantes, de los 3.500 con que había comenzado el conflicto.

1813

Napoleón, tras su derrota en Rusia en el invierno de 1812 (perdiendo lo mejor de su Grand Armèe) tuvo que retirar este año numerosas tropas de su Ejército de España. Por ello, el control francés sobre León en 1813 se limitaría a incursiones de columnas desde Valladolid y Palencia para recaudar contribuciones y víveres.

Astorga sufriría su presencia hasta el 23 de febrero. En León, la última entrada de tropas francesas tendría lugar el 3 de mayo.

Tras tomar como rehenes a 15 vecinos distinguidos, e imponer una contribución de 500.000 reales, los franceses se retiran. Pero la acción no tuvo resultados sobre el ánimo del vecindario que se sabía vencedor en la guerra.

Los imperiales evacuarían Valladolid el 4 de junio. Ese verano, las tropas del recuperado 6º Ejército (rebautizado ahora como 4º) avanzarían desde sus acantonamientos en el Bierzo hacia el Ebro, protegiendo el flanco norte de Wellington. Las definitivas victorias aliadas en Vitoria y San Marcial, forzarán la expulsión de José I y de los franceses de España.

Los leoneses alistados en el regimiento de “Voluntarios de León“ acabarán la guerra en los sangrientos combates que llevaron a la toma del “Gibraltar del Norte” (el Peñón de Santoña) a finales de febrero de 1814.

Muchos cayeron allí, a pocos días de la victoria y la paz. Ellos fueron los últimos leoneses en combatir y sufrir aquella guerra.