ARCHIVO HISTORICO NACIONAL, ESTADO, PAPELES DE LA JUNTA SUPREMA CENTRAL.
Legajo 42 A.
- Doc. 152. La Romana al Ministro de la Guerra Cornel, León, 2 de diciembre de 1809.
- Que le ha llegado la orden de la Junta de 27 de Noviembre para que una sus tropas a las de Moore en Zamora o Toro y de allí hacia Burgos.
- Si esto no es posible habrán de avanzar hacia Guadarrama para unirse al Ejército de Reserva, que los enlaces serán el Capitán General Ventura Escalante y el brigadier Agustín Bueno.
- “ Con el Ejército de la Izquierda extenuado por las hambres y las fatigas que ha sufrido en su desordenada retirada, la mayor parte desnudo y todo absolutamente descalzo. Sin pagas el mes pasado, ni tener un cuarto para el presente. Sin una onza de víveres acopiados, y dudas en el suministro de pan diario aún en ese punto. Sin el competente número de acémilas y carros para conducir las subsistencias. Sin Generales, sin Estado Mayor, con pocos Jefes y Oficiales buenos, con muchas vacantes en los cuerpos que han regresado del Norte. Sin Hospitales ni ropa para establecerlos. La mayor parte de los cuerpos sin instrucción, en todos abandonada la disciplina y relajada la subordinación. Con un Ministerio de Hacienda multiplicado y sin organizar, porque Asturias tiene el suyo, Galicia otro, y ninguno con el número que se necesita de Comisarios útiles; no puedo esperar los felices resultados que deseo, y V.E. y la Junta Central Suprema Gubernativa del Reyno lo han de conocer así “.
- A pesar de ello, desde que llegó a León tuvo la misma idea que le han propuesto, lleva 8 días tratando con el general Baird en Astorga y sus tropas británicas:
“ Para que con ellas y 12 o 14.000 hombres escogidos de este Ejército de mi cargo, vayamos a Zamora a reunirnos con el general Moore… con el fin de hacer un movimiento sobre los enemigos hacia el punto que sea más conveniente “ Pero ahora Baird le ha dicho que tiene que reunirse sin más con Moore por tierra o mar. Que se vuelve a Galicia. Hoy dice que ha llegado el general Velarde a León, le dice a Baird que no les abandone, que el no puede avanzar sólo sin caballería hacia Zamora, que van a dejar amenazada Galicia.
- Ha ordenado construir zapatos y camisas en los pueblos desde Valderas a Oviedo, tiene ya varios miles que con 10.000 pares de zapatos que Baird le ha prestado y tenía en Villafranca que habrá que devolverles con lo que venía a Coruña para la División del Norte, está equipando a esos 14.000 con los que quería ir a Zamora.
- El resto del Ejército concentrado en León y el que sigue disperso por Asturias y Castilla, quiere dejarlos en Astorga y Manzanal a la defensiva para cubrir Galicia y a las órdenes de Blake, y con órdenes que le lleguen conscriptos de Galicia.
- Con el dinero que le ha dado Inglaterra está acopiando víveres en Lugo y Coruña ( tocino, arroz, habichuelas ). Si Baird se va intentará unirse igualmente a Moore, es todo lo que puede hacer “.. en las actuales críticas circunstancias en que se halla este miserable Ejército “.
- Que para ayudar a la defensa de Asturias ha dejado allí a los regimientos de Aragón y Toledo al mando del brigadier Porlier, y el Provincial de Laredo con la división Cántabra al mando el conde de Villanueva de la Barra.
- Doc. 154. La Romana a Garay, León, 5 de diciembre, que no ha recibido la carta de la Junta de Asturias acusando a Blake de la derrota de Espinosa y conducta sospechosa.
- Doc 155. León, 13 de diciembre. Proclama de 19 artículos para reestablecer la disciplina de las tropas. Uniformidad, estado de las armas, etc.
- Doc 156. La Romana a sus tropas, León 13 de diciembre. Escandalosa retirada, desmoralización y desorden, prefiere que los oficiales cobardes se vuelvan para su casa libremente.
- Doc 159. El marqués de la Romana a las Autoridades y Justicias Locales: les reprocha el poco apoyo dado a las tropas cuando a los franceses se les da todo. Que la Guerra no es del Ejército, es de toda la nación, desterremos la voz de mío por la de nuestro, no hay Ejércitos Provinciales, todos los son de ESPAÑA. León 17 de diciembre.
- Doc 160. León, 18 de diciembre. La Romana, autorizado por la Central el 4 de diciembre desde Talavera de la Reina, llama al armamento en masa.
- Doc 165. La Romana solicita a la Junta Central desde León el 20 de diciembre, Recompensas para sus hombres, lo hará él interinamente, ya el 12 de noviembre mandó una relación desde Santander, muchos valientes murieron ya en Valmaseda y Espinosa: “ Siempre causa inquietud y desaliento la falta de premios en quien los merece. Regularmente atribuyen la culpa al general que los manda, y no les inspira el afecto que conviene tengan a su Persona… en los que han venido del Norte es casi preciso y muy disculpable el sentimiento por que se ven rodeados de infinitos que servían con grados inferiores a ellos, a quienes las Juntas Provinciales cuando ejercían soberanía colmaron de gracias, sin haber visto al enemigo, ni contraído el menor mérito de Guerra… “. Solicita le dejen dar ascensos interinamente al menos.
Legajo 60 H
- Doc. 142. Proclama de la Junta Suprema Central del 1 de enero de 1809, Sevilla, Reales Alcázares: Reorganización de las Juntas Provinciales, 20 artículos, para “ …consolidar la unión entre las provincias y los pueblos, uniformar sus relaciones y estrechar sus vínculos con una perfecta unidad política…”
Declaración del Teniente Coronel don
JOAQUÍN ORTIZ DE ZÁRATE.
Lugo, 2 de Junio de 1811.
“ Entre las muchas cosas que atormentan la imaginación del que declara no es la que menos peso tiene, el tener que hablara ahora de los hechos de un difunto: pero en estos se funda el motivo que le condujo a sufrir los rigores de una persecución sin ejemplo, que por los tanto no puede omitirlos, para que la Nación entera vea en que fundamentos estribó el acaloramiento que le llevó a un exceso Militar, y que los compañeros escarmienten aprendiendo a sofocar los efectos de un ciego interés por la patria, pues también este conduce a los calabozos.
Desde el momento que nos reunimos en León de la retirada de Vizcaya; el Exclmo. Sr. marqués de la Romana disgustó a los oficiales que habían hecho la campaña con el general Blake, llamando en una proclama que se imprimió, escandalosa aquella retirada desde Valmaseda hasta León, con tanto descrédito de los buenos oficiales y soldados, como falta de fundamento, pues habiéndose hecho la retirada de Valmaseda el día 8 de Noviembre por la tarde, anduvo el Ejército las 8 leguas que hay hasta Espinosa de los Monteros, y en este punto logró disputar el 10 una batalla que tal vez no ha tenido segunda atendida las circunstancias. Este manifiesto descontentó en extremo al que declara, y a otros muchos oficiales por si, y por el Jefe que los había conducido. Enseguida se empezaron a ver los resultados a la falta de combinación y previsión; pues habiéndose hecho reflexiones al marqués por muchos oficiales, y uno de ellos, el declarante, de vuelta de acantonar la 3ª división en el Eslonza, y la 2ª en Mansilla de las Mulas y Villamer, sobre lo expuestas que estaban estas tropas si caballería ( que no tenía el Ejército sino poca y organizándola en León ), hallándose a tres leguas en la llanura, nada se consiguió, antes por el contrario, se dejó en Mansilla la 2ª que fue sacrificada, y sembró su pérdida el pavor en el Ejército con la marcha precipitada y nocturna del 29 de diciembre a que siguieron otras que en cinco días sin ver a los enemigos en acción, concluyeron con un Ejército acostumbrado a batirse en medio de las mayores privaciones y que contaba 22.000 hombres de armas el día 29 de diciembre por la mañana.
En Astorga el 31 por la mañana en una conferencia compuesta del marqués, el General Blake, don Juan Moscoso y el deponente, propuso el General Blake al marqués, ganar tiempo para salvar las Divisiones, y propuso también se encargase la dirección a Moscoso y al que declara, que por el conocimiento que le constaba tenían del país, las pondrían a salvo, a que contestó el general en jefe, las pondrían en salvo, a que contestó el General en Jefe con fría irresolución confiando en el Ejército Inglés, que mejor informado de su situación, ganaba tiempo a entrarse en Galicia. En fin, se resolvió S.E. al día siguiente por la tarde, dando la orden para la madrugada del 2; pero los enemigos ganaron terreno, y fue preciso salir a la media noche, lo que ocasionó el mayor desorden y dispersión. En la mañana del 2 nos cogieron prisioneros todos los que componían la 1ª División, fruto del desorden ocasionado por la indecisión. Desde la noche del dos en que los enemigos pasaron ya de Bembibre, emprendimos nuestra retirada desde Molina Seca por Valdehorras sin otro objeto que el de salvar las reliquias del Ejército separándolas de la dirección cierta del enemigo que era en persecución de los Ingleses por el Camino Real.
En el Barco de Valdehorras se decidió la reunión del Ejército en Orense, y para lograrla mejor, mandó el General en Jefe al declarante, por acuerdo del General Blake, que pasase a aquella ciudad, a distribuir los cantones de reunión a las Divisiones. Así lo hizo el que depone, pero a nada sirvió esta medida, pues desde el Monasterio de Junquera de Espadañedo, donde recibió el acantonamiento detallado, remitido por el declarante, distribuyó a su arbitrio las tropas, dejando en descubierto al que declara que con arreglo a las instrucciones que le dieron, dirigía las partidas a los cantones destinados y volviendo sin hallar sus cuerpos, clamaban contra quien los había dirigido. Así sucedió con un habilitado.
Reunido el Cuartel General en Orense el 11 trataron varias veces el coronel don José O´Donell y el interesado con el General en Jefe, sobre cubrir las avenidas de San Esteban de Rivas del Sil, y no se decidió hasta el día antes que los enemigos pasaron el río, en el que se mandó a la 5ª División pasar a ella, la que no llegó a tiempo y tuvo que dispersarse.
El día 19 en la noche fue nuestra salida de Orense, noche horrorosa que acabó de dispersar las reliquias de este fatigado Ejército, quedando únicamente partidas de cuerpos y bastantes oficiales, sin saberse la suerte de la Vanguardia y 3ª división que estaban sobre Domingo Flórez y Puente Ribey. El 21 llegamos al valle de Monterrey, con noticias esparcidas por el temor que los enemigos ocupaban ya esta plaza; pero era una falsedad. Aquí nos encontramos reliquias de la Vanguardia y 3ª División. La falta de sistema en adquirir noticias, y el desorden en que caminaban las tropas, nos ocasionaba alarmas continuas, y en Villaza el 23, hubo Consejo de Guerra del cual no se supo más resultado que ver salir al Ayudante del Cuartel Maestre don Juan Moscoso para Oporto, y dijeron algunos de los Vocales que se había determinado pedir socorro a los Portugueses, pero que en el ínterin, si éramos buscados, que nos defendiéramos con honor y no huyéramos como cobardes en desorden. Pareció bien la resolución, pero aquella misma noche dieron avisos ( que salieron falsos ) de que los enemigos se aproximaban, con lo que marchamos toda la noche, costeando la raya de Portugal; el 25, con avisos de que los enemigos no habían pasado de Jinzo volvió el Ejército al valle de Monterrey. Situándose el Cuartel General en el Rosal.
El 26 por la mañana fue llamado el que declara por una Junta en que se trataba de abandonar la provincia pasando con las reliquias del Ejército a Ciudad Rodrigo a pasar a la provincia de Tuy. El que declara se opuso a este partido fundándose en la topografía de aquella Provincia que con las muchas fuerzas que Soult tenía, nos obligaría a capitular o introducirnos descarriados por Portugal donde seríamos víctimas sin provecho; y opinó ganar la salida a Castilla para observar lo que Soult emprendía. No disgustó la propuesta, y el Marqués estaba dispuesto a pasar a Ciudad Rodrigo según carta que escribió a Moscoso; pero al fin se decidió el movimiento ala provincia de Tuy; más como al romperlo se supo que los enemigos estaban ya en ella, y nos dejaron pacíficamente en el valle de Monterrey un mes. Como se perdió este inesperado descanso, díganlo las resultas: a fines de febrero volvieron los enemigos sobre la dirección, y al primer movimiento, como este fue sobre Portugal, se desertaron los paisanos que se habían reunido, los que habiendo venido con poca voluntad y viéndose sin armas ni vestuario, se volvieron a sus casas.
El 24 de febrero salió el marqués con varios oficiales del Cuartel General a un reconocimiento sobre Villar de Rey, dos leguas distante de Tinzo, pero llegamos ya de noche, y nos volvimos sin ver más que las hogueras de los enemigos. En este tiempo se hallaba la Vanguardia compuesta de 500 fusiles sobre Viana del Bollo, con objeto de animar el país, y plantear las ideas que le había manifestado Moscoso sobre la Guerra de Partidas, y el resto de las tropas estaban ordenadas en dos reducidas divisiones denominadas 1ª y 2ª, y las funciones de Cuartel Maestre eran casi exclusivamente desempeñadas por el 1º Ayudante don Ramón Calvet, pues los demás eran mirados con indiferencia solo por haber manifestado adhesión hacia el General Blake.
Así permaneció el declarante con el único encargo de llevar el Diario del Ejército hasta nuestra salida de Galicia por las Portillas en que fueron encargados Moscoso y el que declara para conducir la marcha y formar la distribución de cantones. Este movimiento fue una precisión de las circunstancias, pues a principios de marzo, bajando Soult a Portugal, deshizo la 1ª División porque el General Mahy que la mandaba llegado de noche a las inmediaciones de Verín e ignorando donde estaba, ha oído el declarante que Mahy preguntó como debía situarse en razón de la distancia de los enemigos, y que se le contestó que no tuviese recelo; pero al amanecer se halló rodeado y se perdió el batallón de Mallorca, el de Aragón y algunos soldados de Zamora y 1º de Cataluña.
Emprendió la marcha el General hacia las Portilas dejando en Portugal los Zapadores, trabajando una línea en Chaves y las únicas piezas que, a fuerza de celo, habían salvado los oficiales de esta Arma. Hicimos una marcha hasta Lubián, se tuvo otro consejo de Guerra, de cuyas resultas se comisionó a Moscoso que con el interesado dirigieses la marcha a la Puebla de Sanabria, que a pesar de no haber sino un tránsito, teniendo ya el plan de marcha hecho en Requejo, se mudó de parecer y dudando el General en Jefe entre ir a Ciudad Rodrigo o Asturias, duró tres días la indecisión, al cabo de ellos, se decidió S.E. a fuerza de reflexiones, pasar al Vierzo para ganar las puertas de Asturias; pero en la Puebla volvió a dudar y detuvo la orden de marcha hasta la media noche; retardo que bastó para que las Divisiones no llegasen a tiempo a pasar el puerto del Jubo, ocasionándolas el trastorno de vivaquear en el mes de marzo al pie de un puerto tan cruel, que motivó desorden, la muerte de algunos soldados, y las invectivas contra los dos Ayudantes que dirigían la marcha.
Se descansó un día para rehacer las tropas y seguimos el 13 hacia el Teleno; en cuya bajada nos ocasionó, también, otro disgusto, pues habiendo remitido su excelencia desde Corporales la distribución y prevenciones para el cantón de Molina Ferrera, dejando distribuido este para la Caballería y 2ª División, pasaron Moscoso y el declarante a Lucillo, distante una legua hacia Astorga para informarse del cura, a quien conocían, del estado de las fuerzas sobre el Camino Real y sobre Astorga. Pero a la vuelta se hallaron en el Pueblo todas las Divisiones con el Cuartel General, providencia que obligó a tirarse en las calles los soldados por no ser posible que el pueblo acogiese los tres o cuatro mil hombres de que constaban las Divisiones, lo que también dio motivo a críticas contra los encargados de la marcha, creyéndolos autores de aquella consideración.
El 16 salimos para los Barrios, donde aquella noche hubo una conferencia entre el General, Moscoso y el deponente, para ver de atacar a los enemigos en Villafranca, lo cual no pudo conseguirse por más medios que se le propusieron y solo determinó S.E. que las Divisiones se pusiesen en marcha al amanecer del día siguiente. Así se verificó y pasamos a Ponferrada, donde se hizo un alto hasta el medio día, la tropa formada y sin comer, lo que estimuló al General Mahy a representar con acrimonia al paso del Cuartel General , al Mayor General y al Intendente las Heras, lo imprudente que era tratar así a las tropas.
En Ponferrada se halló un cañón de à 12, que, aunque con solas ocho balas, animó a Moscoso para instar al General sobre el ataque de Villafranca. Seguimos la marcha hacia Toreno del Sil, y durante esta marcha consultó S.E. con los Generales de División el proyecto, en el que convinieron y se decidió aquella misma tarde, encargando la operación al brigadier Mendizábal. La marcha del 18 se realizó, y aunque el numero de enemigos era cuádruplo del que tenía noticias el General en Jefe, se rindieron y quitamos al enemigo un punto interesante con cerca de 1.000 hombres de las mejores tropas.
Animados de este ensayo, representamos, Moscoso, el que declara y don Josef O´Donell, lo interesante que sería tentar algo sobre Astorga. Pero jamás quiso convenir, llegando al extremo de huir de la conversación de los tres por no hablar del particular. En esta alternativa concluyó el mes de marzo, y el 1 de abril se marchó a Oviedo….
Aquí conviene llamar la atención con algunas reflexiones. Un ejército de tan corto número como el que tomó Mahy, acostumbrado a no ver mas que desgracias, si se exceptúa la jornada de Villafranca. En 54 días muda de aspecto, no se fatiga en marchas que no estén de antemano meditadas, no se separa del enemigo, moviéndose en un arco cuyo centro era Lugo y el radio no pasó de ocho leguas, se aumenta, se arma, y viste ( bien que esto fue proporcionado por el General en Jefe desde Oviedo ), se presenta al enemigo, lo bate, lo cerca en Lugo. Combina operaciones con La Carrera que salieron gloriosas como era de esperar, que trataba de una reunión con las tropas de éste que hubiera acabado de consolidar la Campaña; vuelve al cargo del marqués que dejando a su separación de 4 a 5.000 hombres, le toma con 20.000, todo obra de Mahy y de los que le ayudaron, batidos los enemigos en todas partes y animados los Soldados hasta un punto increíble “
Hecho Tte. Coronel en la promoción del 30 de mayo de 1809 por Mahy.
Neale, Adam,
“ Letters from Portugal and Spain comprising a account of the operations of the armies under their excellencies sir Arthur Wellesley and sir John Moore from the landing of their Troops in Mondego bay to the battle at Corunna. “. London 1809.
Pag. 283: Puente Orbigo, Carta XLVII, 28 de diciembre de 1808.
“ Al llegar a esta ciudad que está distante dos leguas de Astorga ( Hospital de Orbigo ), la encontré ocupada por el Ejército y cuarteles del Marqués de La Romana. Dos oficiales españoles, uno de los cuales habla francés, se alojan en la casa donde me he alojado. Todo su ejército, según me dice, no llega a los 8.000 hombres. Encima, para mayor desgracia, la peor epidemia maligna de tifus hace estragos entre sus tropas y casi la mitad están en los hospitales, a donde envían cada día sesenta o setenta hombres. También estos oficiales tienen la fiebre y no se encuentran nada bien. Me ha dado una triste imagen de sus sufrimientos, que veo que no son sino ciertos por lo que yo mismo he visto. Literalmente se encuentran medio desnudos y muertos de hambre “.
“ HAMILTON´S CAMPAING WITH MOORE AND WELLINGTON DURING THE PENINSULAR WAR.”
BY THE SERGEANT ANTHONY HAMILTON.
PRESS OF PRESCOTT & WILSON, CCXXV RIVER-STREET.
NEW YORK 1847.
“… Cuando la resolución de su general se hizo saber al Ejército, fue recibida en las filas con algo más que murmuraciones de insatisfacción y disgusto. El Ejército británico no había sido derrotado, ni había entrado en combate con el enemigo. Todos sentían que retirarse del escenario de la guerra sin haber demostrado nuestro valor empañaría el honor de nuestras armas y, al menguar la confianza de la Nación Española en nuestro celo y devoción a su causa, contribuiría proporcionalmente a fortalecer y consolidar el poder del usurpador[1]. Todos lamentaron la orden de retirada – todos sintieron que podía arruinar la causa que estaban preparados para defender vertiendo su sangre. En su carta de réplica a Sir John Moore, Mr. Frere protestó enérgicamente contra la medida de retirarse sobre Portugal. Le aseguró que esta decisión sería descorazonadora para el Gobierno Español. Le urgió sobre la conveniencia de avanzar hacia Madrid para cooperar en su defensa con todos los argumentos de su parte. “ Del celo y energía del Pueblo de Madrid no tengo ninguna duda” dijo Mr. Frere.
…Es difícil concebir algo en peor estado que el Ejército de La Romana. Se hallaban necesitados de ropa, armas, municiones e, incluso, comida. Había brotado entre ellos una fiebre maligna y el número de enfermos aumentaba a cada hora. Jamás muchedumbre alguna mostró menos apariencia de ser un cuerpo militar. Los soldados aptos para luchar excedían en poco a los enfermos transportados sobre carros y mulas; y mientras pasaban lentamente, demacrados y debilitados por la enfermedad, la columna tenía más la apariencia de un hospital ambulante que de una fuerza de combate que pudiese defender el país. Tal era la condición del Ejército de La Romana. Se debe también recordar que este valiente y sufrido grupo aguantó sus innumerables privaciones con estoica paciencia; que constantemente mostraban, incluso en la más profunda adversidad, un coraje y devoción completos a la causa por la que luchaban, por la que estaban dispuestos a sufrir y a derramar su sangre “.
Gordon, Alexander, Captain. “ A cavalry officer in the Corunna Campaing, 1808 – 1809. The Journal of captain Gordon of the 15º Hussars “. Felling, Woley, 1990. First published 1913.
“ Hubo una falsa alarma a las dos de la tarde cuando las tropas españolas se reunieron en la plaza. Por la noche uno de sus piquetes vino al patio de la casa que ocupábamos para calentarse en una gran hoguera que habían preparado nuestros húsares. Hablé con alguno de los soldados; mostraban signos de desnutrición y agotamiento; decían no haber comido durante tres días, y cuando les dimos los restos de nuestra comida y dinero para comprar vino, sus expresiones de gratitud fueron muy grandes.
Hubo otra falsa alarma a las ocho de la tarde, y toda la caballería se puso en marcha, permaneciendo los piquetes en los puestos de alarma hasta las once de la noche, cuando seguimos a la reserva al mando de Lord Paget. El suelo estaba todavía cubierto de nieve, y la helada era muy intensa. A lo largo de la noche adelantamos al ejército de La Romana, al que veíamos por última vez; encaminaba su marcha hacia Orense por Ponferrada, pero la artillería, compuesta de cuarenta piezas en buen estado, tomó la mejor carretera hacia La Coruña.[2]
Día 2 .-
El regimiento se reunió a las cuatro en punto de la madrugada, y se unió a la división de Bembibre, donde, un destacamento se encargaba de quemar gran cantidad de suministros del regimiento y equipaje de los oficiales. Permanecimos allí alrededor de dos horas a la espera de órdenes, y en el intervalo el capitán Cochrane fue destinado con un piquete a reconocer la carretera hacia Astorga, a fin de comprobar la fuerza y posición de las tropas que nos habían acosado durante la noche.
Esta partida se reunió con nosotros poco después de que reanudáramos la marcha, pues se habían visto obligados a retirarse ante un regimiento de Cazadores a Caballo con los que se toparon a una legua de Bembibre. Al presentar su informe el capitán Cochrane fue reprendido por el general adjunto, brigadier general Clinton, por negligencia y acusado de dar informes falsos, ya que el general insistía en que la patrulla había tenido una escaramuza con un cuerpo de caballería español del ejército de La Romana[3]
Cualquiera que fuera la verdad sobre el asunto, lo cierto es que los mandos superiores se habían convencido de que el enemigo abandonaría la persecución tan pronto como nuestro ejército se internara en los desfiladeros de la región montañosa tras Astorga. Así que cualquier información que no lo corroborara no era muy bien recibida. Los sucesos de ese día les convencieron de su error, aunque insistían en mantener que éramos seguidos sólo por unos pocos escuadrones de caballería napoleónica.
Nuestro regimiento todavía formaba la retaguardia, y durante la marcha tuvimos problemas de todo tipo con los rezagados, muchos de los cuales estaban tan borrachos que todos nuestros esfuerzos por hacerles marchar eran vanos, y nos vimos obligados a abandonarlos a su destino. Pronto fueron alcanzados por los Chasseurs a Cheval franceses, que los trataron sin la menor misericordia, sableándoles a derecha e izquierda, sin dejarles siquiera defenderse. Se acusó a los franceses de herir, incluso, a los enfermos transportados en los carromatos de sanidad…
… Gran parte de la noche se consumió en ascender las elevadas colinas de Nogales, cubiertas de nieve. El frío era muy intenso, y el viento cortaba la piel. Las situaciones que presenciábamos a cada paso eran una descripción calculada para enloquecer a la mente más firme, y otras habrían llevado a excitar la misericordia; pero la presencia constante de escenas de miseria, y de nuestras privaciones y sufrimientos, desterraban los sentimientos humanos, haciéndonos presenciar sin emociones el desastre que nos rodeaba por doquier.
Adelanté a cierto número de carros, repletos de soldados enfermos y heridos, atascados en la nieve; gran número de estos desafortunados murieron de frío. Muchos de los cañones de La Romana quedaron en esta montaña; los animales de tiro perecían o quedaban inservibles. Una de estas piezas volcó atrapando a un artillero español, aplastándolo hasta morir…
Milburne, Henry, A Narrative of the retreat of the british Army under the commander of the sir John Moore in a letter adresed to the honourable lor viscount Castlereagh “. London 1809.
“ Una Narración de la retirada del Ejército Británico bajo el mando de Sir John Moore “ Por el Médico Henry Milburne, Londres 1809.
Tal vez sea el relato del médico civil Henry Milburne uno de los más interesantes y acertados que se escribieron sobre esta campaña. Este insigne médico simpatizante del partido conservador “ Tory “ ( y por tanto favorable a la causa patriota española ), se había embarcado como voluntario para España con la intención de servir como médico en un cuerpo de voluntarios ingleses que lucharía en la Península. Al llegar a La Coruña se encontró con que tal unidad no se había formado, pero decidió incorporarse al ejército británico. A tal fin se encaminó hasta Astorga. En ella se quedó para ayudar a la Junta Local y a los servicios médicos españoles en el cuidado de los numerosos enfermos y heridos españoles que colapsaban los hospitales de la ciudad, en medio de una terrible epidemia de Tifus.
Su relato desborda objetividad, comprensión y simpatía por la causa española y su pueblo. Está escrito en forma de carta dirigida al vizconde de Castlereagh, Secretario de Guerra del Gobierno Tory británico. Parece que lo escribió en 1809 para rebatir, como testigo que fue de los sucesos que tan viva polémica estaban causando en Inglaterra en los primeros meses de ese año, todas las opiniones y publicaciones que achacaban tal desastre al Gobierno británico, a sus embajadores en España ( sobre todo a John Hookham Frere ), y, por encima de todo a los propios españoles. Milburne trata de explicar las razones de la derrota y reparte, sin acritud alguna, las responsabilidades tanto sobre los británicos como sobre los españoles, en el fracaso de la campaña.
En Astorga prestó grandes servicios hacia los enfermos españoles, y llegó a entrevistarse con el Marqués de la Romana, Comandante de las fuerzas españolas, del que hace una descripción llena de elogios.
…Ha sido notorio, con gran pesar por mi parte, que desde mi llegada a este país ( Gran Bretaña ) no he cesado de escuchar gran variedad de versiones que circulan relativos a la expedición a España, y particularmente sobre las circunstancias acaecidas durante la retirada del ejército hacia La Coruña; y que no solamente se alejan de la verdad, sino que en muchos casos están desprovistos de fundamento…me produce gran satisfacción tener en mi mano el poder contradecir públicamente estos comentarios, que solamente habrán sido originados por los motivos más rastreros y malignos…
Los españoles, también, han sido acusados no sólo de apatía e indiferencia a la causa de su legítima soberanía, sino de absoluta hostilidad hacia nuestras tropas, particularmente los habitantes de Benavente, Toro[4], Astorga y Villafranca, etc. He señalado en una parte anterior de este relato algunas pequeñas disputas que tuvieron lugar entre soldados británicos y los habitantes de algunas ciudades por las que pasé, pero no de mucha importancia, o merecedoras del calificativo con que han sido tachadas.
Es innegable que, en muchas ocasiones, donde se esperaba que las provisiones y otros suministros necesarios hubieran sido entregados sin problemas, amistosamente y en abundancia por los habitantes de las ciudades a través de las que marchaban las tropas británicas, nada o poco se pudo obtener en cualquier circunstancia. Esto, sin embargo, no se debió, como se ha afirmado erróneamente, por una repulsa de los españoles hacia los ingleses, sino sólo por las extremas condiciones a que se hallaban sujetos. Gran número de cabezas de ganado se llevaron a las montañas por seguridad contra los saqueos franceses; y los suministros y otras provisiones fueron casi agotados por las necesidades de sus compatriotas en armas[5]; y como las labores agrícolas estaban paralizadas en gran medida, tenían unas pobres perspectivas en cuanto a las exigencias futuras. Estas circunstancias hicieron que estos pobres desafortunados ( expuestos a todas las calamidades por hallarse en el teatro de la guerra, de las que uno no puede llegar a hacerse una idea si no las ha visto con sus propios ojos ) estuvieran poco dispuestos a repartir sus escasas reservas.
Hay que añadir a lo anterior, que la inesperada retirada del ejército británico incrementó todas las requisiciones de víveres en una magnitud enorme, mientras que sus súbitas apariciones imposibilitaban que los habitantes pudieran suministrarles con los artículos necesarios del lugar. La total ignorancia de la lengua española por parte de los ingleses, ocasionó también una mutua incomprensión, que en algunas ocasiones dio lugar a consecuencias desagradables.
Otra causa por la que las expectativas del ejército británico en cuanto a requisitos de alojamientos por los habitantes fue, muy frecuentemente, desatendida, fue el inmenso número de enfermos y heridos españoles, que eran concentrados desde los frentes de guerra en diferentes acuartelamientos del reino y desde allí a sus respectivos hogares; dando lugar a que las ciudades estuvieran continuamente abarrotadas.
….
La desdichada situación de estos desafortunados era verdaderamente penosa. Los que eran incapaces de caminar eran transportados en carros, mientras que otros, hambrientos, enfermos y agotados, apenas eran capaces de arrastrarse, y se veían obligados a realizar su camino a pie, casi desnudos, y generalmente, sin zapatos ni calcetines. Incluso en los hospitales españoles y lugares acondicionados para acoger a los enfermos y heridos, los desafortunados pacientes estaban carentes casi de toda asistencia necesaria para mantenerles con vida, por no hablar de las conveniencias y el confort necesario para su estado. Podemos hacernos una idea de sus penalidades por la situación de un pobre soldado, quien de acuerdo con el comentario de mi criado español, aseguraba que había estado 14 días sin otro sustento que un poco de vino malo, y alguna vez un poco de caldo de verduras y aceite: de hecho, su apariencia corroboraba por completo la veracidad de su relato.
En muchas ocasiones los soldados británicos, con esa liberalidad, sentimiento y generosidad que, junto a su animosidad, intrepidez y coraje les caracterizaban, compartían con estos pobres diablos sus propios y cortos sustentos, cuya falta padecían más severamente.
Encontré gran número de enfermos y heridos españoles en mi viaje desde La Coruña, particularmente entre Lugo y Villafranca, acompañados por hombres armados en no mucho mejor estado que aquellos a los que escoltaban. Los hombres y oficiales exhibían una apariencia de miseria y fatiga extrema similar; avanzaban un promedio de no más de una milla por hora. Algunos de estos hombres al preguntárseles que les ocurría, respondían :
– “ Muy enfermos, tengo hambre, tengo mucha sed. “
Y al darles un pedazo de pan exclamaban:
– ” Gracias, y que viva muchos años “.[6]
…Como a menudo he mencionado, el gran uso hecho de los carros tirados por bueyes, no será considerada de poco interés una descripción de los mismos. Un gran inconveniente es que están mal construidos y son pesados. El cuerpo del carro es simplemente una plataforma de toscas maderas colocada sobre las dos ruedas, más bajo que la parte frontal de un carromato inglés; compuesto por tablones de madera ensamblados y asegurados por clavos que impiden que gire sobre el eje de madera asegurándolo a el; los clavos están a veces estriados y reforzados con hierro. El mástil entre los bueyes es asegurado a una yunta atada a sus cuernos, por lo que los pobres animales tiran por la cabeza o, mejor dicho, empujan el artefacto hacia delante.
La pésima inconveniencia de semejante convoy traqueteante, para enfermos y heridos se puede ver fácilmente. A esto se añadía el ruido que producían que era de lo más desagradable; el giro de los ejes motivaba una especie de quejido monótono, similar al zumbido de una gaita, y se podía escuchar a una milla o más, de distancia…
Sin negar el fanatismo y odio hacia los herejes, generalmente atribuido a los sacerdotes católicos romanos, observé con agrado que estas personas, en todo momento parecían ansiosas en extremo por hacer cualquier cosa en su mano para contribuir y hacer confortable el acomodo de los enfermos y heridos del ejército británico. Muchos oficiales ingleses están en deuda con la hospitalidad y amabilidad de los monjes españoles, quienes ( aunque no dispusieran muchos de un alto nivel de vida ) eran generosos al compartir sus provisiones con los necesitados.
Un ejemplo de bondad y humanidad en uno de estos honorables religiosos, que ahora relataré, pondrá la sensibilidad y conducta de esta clase de personas en la mejor consideración. Mi criado se encontraba muy enfermo, le procuré alojamiento en una habitación ocupada por un sargento inglés y su familia, en Lugo. Pero no habiendo nada en lo que acostarlo o arroparlo, un benevolente monje le ofreció su propio lecho, que trajo desde su celda.
Estoy seguro de que lo que he afirmado acerca de esta persona se contradice con los relatos de muchos oficiales británicos que desde su retirada de La Coruña, han acusado indiscriminadamente a todos los habitantes de la Península, sin distinción de clases o profesiones, de haber mostrado la mayor apatía e indiferencia, no sólo respecto a las necesidades materiales de las tropas inglesas, sino hacia la causa, en apoyo de la cual habían llegado a un país como generosos y desinteresados aliados. No sería aventurado decir que muchos de estos oficiales que presenciaron estas actitudes, no superaron a los que si recibieron o presenciaron esta amabilidad y atenciones, y que debido a los relatos de alguno que, quizás tendría una particular causa de queja, han señalado a toda la Nación española como merecedora del reproche que, en justicia, debería recaer sobre unos pocos.
Ya lo creo que las maneras, costumbres y modo de vida en España son tan diferentes de los ingleses, que cualquier persona cándida y superficial se vería influenciado negativamente por estas circunstancias, al hacerse una idea del carácter y disposición de los naturales y más durante un periodo durante el que se vieron expuestos a cambios, azares, privaciones y desastres de tal magnitud, que sería lógico presumir tuvieran una influencia material en la predisposición natural de su carácter, que siempre ha sido caracterizado por ser “ noble, generoso y humano “.[7]
El inglés está tan acostumbrado al disfrute de todo confort y comodidad en su país, que es más sensible que los naturales de otras naciones a las dificultades e inconvenientes a los que se encuentra sometido en sus visitas al Continente. No hay país en Europa quizás, tan a propósito para conquistar los prejuicios británicos como España. Los rigores y privaciones que debe afrontar el viajero, le habitúan rápidamente a una sobriedad de la que no puede prescindir.
Las ventas o posadas, excepto unas pocas en las ciudades más grandes, son, hablando claro, poco más que tugurios que facilitan un refugio de las inclemencias del tiempo, pero apenas nada más. Las camas, comúnmente no son más que montones de paja bien provistos de una variedad de habitantes de fábula: parásitos, piojos, etc.; y en lugar de sábanas, mantas y colchas, el viajero debe depender de su propia capa o vestidos para cubrirse durante su reposo.
Así como su cocina, que puede desagradar a un paladar inglés, muchos de sus platos favoritos están sazonados con especias, entre las cuales el ajo y el aceite rancio son sus principales ingredientes. Esta costumbre, que fatigaría a una persona sin una mínima porción de energía y fortaleza de carácter, es ampliamente recompensada por los interesantes y sublimes lugares que, a lo largo de cualquier parte de la Península, pude contemplar en numerosas ocasiones.
Enormes cuerpos de hombres en armas marchando a través del país en todas direcciones, y los gloriosos e importantes sucesos en los cuales participaron para la preservación de todo aquello que es, o debería ser, amado por la Humanidad en esta presente época, hace a España ser un interesante objeto de atención.
Cualquier mente abierta debería sentirse herida de que sus esfuerzos en oponerse a la tiranía y a las pretensiones sin precedentes de un déspota e infatigables tirano[8],no hayan tenido, hasta ahora, éxito; pero hasta que quede un hálito de fe, mientras exista una Causa fundada en la Justicia, y teniendo la Libertad como su objetivo, habrá Esperanza…”
Hilario Giral Laborda, “ Recuerdos de los Hechos Militares, durante la Guerra de la Independencia, del capitán de Infantería, Brigada del Regimiento de Ingenieros, Don Hilario Giral “. En Gómez de Arteche y Moro, José; “ Guerra de la Independencia. Historia Militar de España de 1808 a 1814.” . Tomo V, Apéndice nº 11, pags. 467 – 469:
“ El Ejército Español en el mes de Enero salió de Astorga por la parte de Galicia llamada de Juan Cebadón, y llegamos al oscurecer al Rabanal del Camino, en donde nos alojaron en los pajares por estar nevando; pero a eso de las once de la noche nuestro Coronel Don Ramón Osén se presentó en dichos pajares llamándonos con el mayor sigilo para que fuésemos a formar en la plaza, pero la tropa tenía pocas ganas de salir de su alojamiento; pero al fin condescienden al mandato de su jefe y nos fuimos a reunir a la Plaza. Emprendimos la marcha con dirección al pueblo del Acebo a eso de las doce de la noche, que a pesar de que caía mucha nieve, hacía bastante luna y estaba la noche clara. Al subir la primera cuesta nos encontramos con unas cuantas carretas cargadas de paño azul, las cuales iban a ser cogidas por los enemigos, por lo que nuestro Coronel nos dijo, que cortásemos cada uno unas cuantas varas de aquel paño para abrigarnos el cuerpo, y que no le quedase nada al francés.
Seguimos nuestra marcha por entre la nieve por escalones para abrir el camino, relevándonos por compañías. Al amanecer llegamos al Acebo y a poco rato continuamos la marcha hacia los Barrios desde cuyo punto distinguíamos las columnas enemigas que se hallaban en Ponferrada. Desde Barrios pasamos al Puente de Domingo Flórez. Este día me hallaba yo de ordenanza de mi Brigadier y recuerdo que en una casa inmediata a la de mi alojamiento me encontré con un arca llena de castañas pilongas. Al día siguiente me puse a venderlas a los soldados en una boca calle junto a mi alojamiento. También recuerdo que, subiendo yo por la escalera de la casa de mi Brigadier, bajaba éste sumamente enfermo, el cual tropezó y cayó sobre mis brazos.
Al día siguiente salimos de otro pueblo para Valdehorras, en donde el citado Brigadier con el padre capellán llamado don Mariano Blancón, su secretario que era un subteniente, don Francisco Medina, y sus asistentes, luego que pasaron el puente tomaron a la izquierda y nosotros para Valdehorras. La dirección de nuestro brigadier y los demás que le acompañaban fue a un caserío, en donde al día siguiente falleció, pues hacía días que estaba enfermo y sobrecogido del sentimiento que tuvo cuando vio los cadáveres de la venta de la Guardia en Zornoza.
A la legua del Puente de Domingo Flórez, se halla un puente llamado Puente Nuevo, a donde nos alcanzaron los enemigos rompiendo nosotros fuego en retirada hacia el Barco y Valdehorras, hasta el Puente de Pequín, en donde resistimos desde las nueve del día hasta el oscurecer, causándoles mucha pérdida, y a otra hora emprendimos la marcha al Burgo, Maceda y Orense en donde se quedaron los heridos y enfermos que llevábamos, en el convento de San Francisco.
Al día siguiente y al oscurecer se presentaron de nuevo los enemigos obligándonos a salir precipitadamente de dicha ciudad, hacia Santa Máxima que es donde tiene el Palacio el obispo de Orense, toda la noche lloviendo y perdidos por aquellos montes alumbrándonos con manojos de paja. Como a unas dos leguas antes de llegar a Santa Máxima, vimos a siete monjas que venían con sus líos de ropa a la cabeza a la ciudad de Orense; y mi camarada dispuso las fuésemos acompañando, como en efecto lo ejecutamos, encargándose él de cuatro de éstas, y yo, con las tres restantes, las llevamos a nuestros alojamientos en donde las hicimos cenar y las cuidamos lo mejor que pudimos, pasándolas a cuestas por todos los arroyos que atravesábamos, teniendo yo el disgusto de habérseme caído una al agua por un resbalón que di al tiempo de pasar el charco. Llegamos a Santa Máxima y entramos en una casa en que vendían longaniza, y nos pusimos a hacer unas sopas para cenar; al día siguiente las presentamos al palacio del obispo en donde se hallaban varios canónigos los cuales las mandaron entrar dentro, y no les merecimos la atención de que nos diesen por ello las gracias.
De aquí salimos para Allariz que era el punto donde debíamos ir a reunirnos toda la fuerza, excepto los Gallegos, que cada uno se marchó a su casa; y al día siguiente salimos precipitadamente para Sandiás ¿?.
Es un Pueblo que tiene muchas lagunas y charcos, junto a las cuales aguardamos a los enemigos, en ellos nos resistimos haciendo fuego hasta oscurecido que emprendimos la marcha toda la vega abajo yendo a dar a un pueblo que tiene un convento en el cual pasamos la noche hasta el amanecer que salimos para Monterrey en donde descansamos todo el día y noche. Como los enemigos nos perseguían, clavamos las piezas de artillería que tiene esta plaza y emprendimos la marcha para Chaves, primer pueblo de Portugal, y los enemigos persiguiéndonos, pero antes de llegar a Chaves les hicimos una contramarcha, retirándonos a Monterrey y los contrarios siguieron para Oporto.
El Cuartel General se quedó en Verín y las avanzadas por todos los pueblos inmediatos.
A los pocos días de estar allí se presentaron al Exclmo. Sr. Marqués de La Romana las autoridades del Valle de Valdehorras pidiendo tropa pues habían cogido a los enemigos un convoy muy grande y hechos prisioneros a los enemigos que lo conducían. Satisfechos los paisanos con esta victoria, pedían tropas con el objeto de pasar a Villafranca y Ponferrada, donde había fuerzas enemigas y hacerlas prisioneras. El General dispuso que saliésemos el Regimiento de Zaragoza y mi batallón por diversos caminos. Nosotros fuimos a un pueblo que está a la derecha llamado el Rubio, a donde llegamos por la mañana. En este pueblo había reunidos cerca de 8.000 paisanos armados de escopetas, carabinas, fusiles y demás que habían cogido al convoy de los enemigos; los cuales se amotinaron diciendo que los franceses estaban en Valdehorras, y mi comandante les dijo que no, que las casacas encarnadas que se distinguían eran del regimiento de Zaragoza que venía a reforzarnos.
Al comandante nuestro que hacía pocos días se había encargado del mando, llamado Don Diego Roch, por haber fallecido el coronel Osén, se presentó una Junta de Paisanos pidiendo que pasáramos a Villafranca que era donde estaban los enemigos, pero mi comandante les contestó que aguardasen a que oscureciese para ir a dicho punto a sorprenderles; los paisanos de cían que no, pues querían que fuese enseguida; pero viendo que el comandante no quería ir de día, uno de los de la Junta tiró de sable amenazando a nuestro Jefe, pero entonces la guardia que tenía en casa cogió a los paisanos presos, más los otros paisanos que supieron estaban presos sus Jefes se amotinaron de tal modo, rompiendo el fuego contra nosotros, que para no causarles desgracia ninguna, nos retiramos fuera del pueblo, y pasamos el Puente Nuevo subiendo sierras arriba hasta llegar al Bollo, en donde tornamos y pasamos diana, en cuyo puente se nos aparecieron los franceses y tuvimos que batirnos en retirada con ellos hasta Cañiza, en donde nos incorporamos con el General en Jefe y su Ejército, volviendo a tener una refriega con los enemigos, en la cual efecto de la mucha niebla que había aquella mañana, sorprendieron al Regimiento de Mallorca, cogiéndonos muchos prisioneros.
De aquí salimos para Monterrey, después de estar en esta Plaza algunos días, volvimos a marchar con dirección a Cañiza cogiendo todos los puestos hasta llegar a las inmediaciones de Villafranca, no sin antes haber pasado toda esta noche muchos trabajos, hasta el amanecer que llegamos a las inmediaciones de otro pueblo.
Al entrar en él, a la izquierda, se halla un castillo en donde había unos quinientos o seiscientos franceses, y en un convento que había a la derecha de la Plaza había otros tantos enemigos, los cuales después de un reñido combate en el cual tuvimos mucha pérdida de gente, se nos entregaron a eso de las once del día. A estos prisioneros se los condujo a Gijón y nosotros salimos con dirección a la raya de Asturias, y estuvimos en el Cuartel General en un Pueblo Llamado la Puebla de Navia que está rayando a Asturias. Aquí estuvimos cerca de ocho días del mes de marzo y desde aquí pasamos al convento de Almería, en donde nos dieron una chaqueta de paño pardo, y un pantalón de los mismo, la chaqueta con solapas verdes. Salimos de aquí con dirección a poner sitio a Lugo “.
De Nayles, M.; Mémoires sur la Guerre D´Espagne pendant les annes 1808, 1809, 1810 et 1811. par M. de Nayles, Officier Supérieur des Gardes de Corps de Monsieur, Chevalier de Saint Louis et de la Legión d´Honeur “. A Paris, Chez Magimel, Anselin et Pochard, Libraires pour l´Art Militaire, Rue dauphine, nº 9, 1817: Oficial del 17º de Dragones.
”…L´année commença ar un temps affreux: nous longeâmes les mures d´Astorga, sur la Tuerta. Cette ville est trés ancienne, et a été considerable autrefois: si l´art ajoutoit à ses fortifications naturelles, ce seroit une place excellente. Après avoir marchè toute la journée, nous y fumes assaillis par une tempête épouvantable; les homes et les chevaux étoient renversés, et des tourbillons de neige nous déroboient les objets à quatre pas de distance. Nous étions, depuis le matin, sur une des plus belles routes de l´Espagne ( celle qui conduit à la Corogne ); mais la neige se gelant à mesure que elle tomboit, la rendoit unie comme une galce. C´est au milieu de ces montagnes, à l´endroit oú la route de Léon joint celle de la Corogne, que nous trouvames une cinquantaine de voitures de blessés Espagnols, dont les conducteurs avoient emmené les attelages. Ils étoient du corps de marquis de la Romana, que le marcehal Soult avoit battu du côté de Léon. Ces malheureux demandoient la mort comme une faveur; la plupart durent périr dans cette affreuse nuit. Il nous étoit impossible de leur prêter secours, acr nous étoions nous mêmes dans un état deplorable: presses par le faim, couverts de neige, et conduissant en main nos chevaux qui s´abattoient à chaque instant, plusieurs de nos cacaliers tomboient de lassitude et de besoin. A une hore du matin, on nous envoya gravir une haute montagne, sur le flanc de laquelle nous trouvâmes un mauvais village de bûcherons, appelé Santa Cruz; nous y attendîmes le jour. Le 2, nous nous dirigeâmes vers Ponferrada, petite ville sur la Sil: nous primes position a Koveran.
Nous joignîmes l´arrière – garde anglaise le 3 a Poncabello; elle avoit une belle position, dont elle fut chassée.
… Nous trouvâmes sur le sommet sept pieces de canon abandonees, et nous primes 500 hommes qui ne pouvoient plus suivre” pags. 37 – 39
TESTAMENTO DE DON JUAN LORENZO MARTINEZ , OFICIAL DE INGENIEROS DE MARINA.
AHPL. Protocolos Notariales de Don Dionisio Pérez Castelo, Lucillo, 17 de febrero de 1809, Caja 10.891.
Compañía de zapadores de la 1ª división del Ejército de la Izquierda batida en Turienzo de los caballeros el 2 de enero de 1809.
“ In Dei Nomine Amen. Notorio y Público sea a todos los que este instrumento de testamento, última y postrimera voluntad vieren, como yo, don Juan Lorenzo Martínez, Oficial del Real Cuerpo de Ingenieros de Marina del Departamento del el Ferrol, natural y vecino del mismo, de estado casado con Doña Manuela Ares, estando enfermo de enfermedad natural que Dios se ha servido darme, pero con todo mi completo juicio y demás sentidos, creyendo como firmemente creo en el Misterio de la santísima Trinidad, padre, Hijo y Espíritu Santo, Tres Personas Distintas y un solo Dios verdadero, y en todos los demás misterios y artículos que tiene, cree y confiesa nuestra Santa Madre Iglesia Católica Apostólica y Romana, en cuya fe y creencia siempre he vivido, protesto vivir y morir como fiel católico christiano, y recelosos de la muerte, cosa cierta a todo viviente, e ignorada su hora, para cuando esta llegue si Dios fuese servido llevarme de esta enfermedad para la vida eterna, hago y ordeno mi Testamento en la forma siguiente:
Primeramente encomiendo mi Anima a Dios nuestros Señor que la crió y redimió con su preciosa Sangre, Pasión y Muerte; y el cuerpo a la tierra de que fue formado, el cual hecho cadáver sea sepultado en la Iglesia parroquial de este pueblo, donde mejor lugar haya.
Ítem mando que en la parroquia de San Julián del Ferrol, de la que soy feligrés, se me hagan los sufragios que son de costumbre, y se digan por mi Anima las misas que mis testamentarios contemplen según las facultades que me encontrasen y percibiese mi heredera, y además se digan otras cuatro misas votivas, una a San Antonio de Padua, otra a San Andrés, otra a la Virgen de Chamorro, y otra a la del Carmen. Y para el cumplimento de todo lo referido, nombro y dejo por mis testamentarios y albaceas a mi cuñado don Francisco Ares, vecino del Ferrol y a la dicha mi consorte doña Manuela Ares, a quienes y cada uno de por si insolidum les doy el poder bastante y prorrogo el término necesario para que de lo más bien parado de mis bienes lo ejecuten sobre que les encargo las conciencias.
Y de todo el remanente que quedare así en derechos como acciones presentes y futuros instituyo y nombro por mi única y universal heredera a la susodicha mi conjunta doña Manuela Ares, para que con la bendición de Dios y la mía lo lleve y herede para siempre jamás y a falta de esta a mi prima doña Matilda Santos.
Y por este mi Testamento, revoco, anulo y doy por de ningún valor y efecto otro cualesquiera o codicilo que antes de ahora haya hecho, el que no valga en juicio ni fuera de él, y si este que otorgo en esta villa de Lucillo, ante el presente Escribano de Su Majestad único del numero y Ayuntamiento de ella y su Jurisdicción a diez y siete días del mes de Febrero de 1809, siendo testigos llamados y rogados Josef Puente Mayor, Domingo Buerga, Felipe Martínez y Tomás Campano, todos vecinos de este dicho pueblo. No lo firmo por impedírmelo la gravedad de la enfermedad y lo hace e mi ruego uno de dichos testigos. E yo el dicho Escribano doy fee estar presente y entender por mi mismo todo cuanto va referido, no conozco al otorgante pero si a todos los dichos testigos quienes aseguraron tener noticias ser el mismo que se nomina y de que, al parecer, está en su cabal juicio, y lo firmo.
Fdo ( Dionisio Pérez Castelo )
Di traslado en nueve de marzo de dicho año. “
Relación de batallas y combates del Ejército de Galicia&Izquierda& 6º y 4º.
Medina de Rioseco, 14 de julio de 1808.
Zornoza – Durango 31 de octubre.
Valmaseda 5 de noviembre favorable y 8 de noviembre, desfavorable.
Guenes 7 de Noviembre.
Espinosa de los Monteros 10 y 11 de noviembre.
La Romana se hace con el mando del ejército el 24 de noviembre
León, fuerzas de la Romana:
- 4 de diciembre 15.626 hombres.
- 7 de diciembre 19.867 hombres.
- Informe del Tte. Coronel Symes del 14 de diciembre desde León a Moore del estado desastroso de las tropas de la Romana.
- Piensa el 17 de diciembre Romana en retirarse a Galicia ante el avance de Soult ante el Carrión, al saber el avance británico y el corto número de franceses, 10.000, desiste.
- Acude a mansilla con 7.000 infantes, 200 jinetes y 12 piezas.
- Moore, 20 diciembre en Mayorga, 29.300 hombres y 66 piezas de artillería.
- Napoleón cruza el Guadarrama con 42.000 hombres, de ellos 8.000 jinetes.
- A las 18.00 horas del 23 de diciembre Moore recibe el aviso de la Romana fechada el día anterior en León, avisándole que el día 18 de diciembre los franceses cruzaban por Villacastín. En realidad napoleón no cruzó el Puerto de Guadarrama hasta el 21.
- Noche del 23 Moore ordena el repliegue. Los franceses no se enteran hasta el 26.
- Caballería de Franchessi por Foncebadón y la de Colbert por Manzanal
- Mansilla de las Mulas, 2ª división 29 diciembre , derrota de la división al mando del brigadier Antonio Pilón de 4.000 hombres. 1500 prisioneros, y Dos banderas.
- Turienzo de los Caballeros, 2 de enero de 1809, 1ª división, general Rengel, 2.000 prisioneros y dos banderas. Otra columna copada en Foncebadón con 900 prisioneros y tres banderas. Franchessi detenido en Puente de Domingo Flórez por la retaguardia española la noche del 3 de enero.
- San Esteban de Rivas del Sil 18 de enero 1809, 5ª división, la División del Norte.
Artículo nº 112 del Tratado 8º, Título X de la Reales Ordenanzas de Carlos III:
Autorizaba la deserción temporal como último recurso para no perecer de hambre.
Las Cortes de Cádiz lo modificarían en 1812 autorizando a sólo 3 días el plazo de ausencia permitido para retornar a las filas y no ser considerados desertores. Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Extraordinarias. Se discute el 5 – 10 de 1811.
[1] Se refiere a José I Bonaparte, impuesto por su hermano el Emperador tras los sucesos de Bayona en Mayo de ese mismo año de 1808.
[2] Es decir, por el puerto de Manzanal, mientras la infantería se encaminaba por Foncebadón.
[3] “…las circunstancias que trascendieron concluían en afirmar el hecho de que las tropas ante las que se retiró Cochrane eran, en realidad, caballería ligera española, cuyos uniformes guardan gran parecido con los de los Chasseurs a Cheval franceses; así como que la conducta de este oficial fue bastante vergonzosa al retirarse antes de tener la certeza de que la fuerza que tenía enfrente era enemiga. Se dijo en su defensa que hubo disparos entre los dos cuerpos; pero esto, aunque cierto, probaba la negligencia con que se realizó el reconocimiento, ya que si las patrullas españolas hubiesen sido correctamente interpeladas no habrían sido confundidos por franceses.”
( Nota original ).
[4] “ no visité en persona estas dos ciudades mencionadas en primer lugar “ ( En el original ).
[5] Es de justicia corroborar estas palabras del doctor Milburne señalando que las tropas españolas del Ejército de la Izquierda en el Noroeste de España bajo el mando del marqués de La Romana estaban sometidas a condiciones mucho peores en cuanto al suministro de víveres, equipos e incluso vestido y calzado, debido a la falta de previsión de la Juntas patriotas y a la desorganización y estado de crisis institucional general a que se hallaba sometida España desde ese revolucionario verano de 1808.
[6] En español en el original.
[7] En español en el original.
[8] Napoleón.