Los Sitios de Astorga 1810 y 1812

Sitio de 1810

Borrador original de la Sesión del Ayuntamiento, celebrada en la madrugada del día 22 de abril, con el Gobernador don José María de Santocildes, en que se acordó rendir la ciudad.

( AHMA,  Caja 2.376, “ Minutas de las Sesiones del Ayuntamiento de 1810 “. Borradores de Actas del 3 de enero al 23 de abril de 1810 ).

“ Extraordinaria de 22 de Abril, á las dos de su mañana. Sres. Corregidor, Martínez, Foncebadón, Juba, Qintano, Salvadores, Alonso Flórez, Macias, Pinillos, Hernández, Costilla, Moreno . Estos, con el Sr. Quintano, como asociados para dar su dictamen.

   Habiéndose presentado el Sr. Gobernador, hizo la proposición siguiente: Que después de haber tomado conocimiento de las fuerzas de la guarnición de esta ciudad y revisados los almacenes de municiones con motivo de que a pesar de haber sido rechazado el enemigo en el asalto que intentó en la tarde de ayer insistiera en tomarla á viva fuerza, convocó a los Jefes militares á deliberar sobre lo que fuera mas conveniente; que el voto de todos, como militares, fue el de defenderse hasta el extremo de perder sus vidas antes de sufrir ser prisioneros; pero que no pudiendo prescindir de mirar también por los intereses del pueblo, en una resolución de tanta gravedad, necesitaba que el Ayuntamiento, por quien se representa, manifestase igualmente su voto, bajo los presupuestos siguientes: Que escaseaba de municiones, con particularidad de las correspondientes al servicio de la artillería, por no tener mas que doce cartuchos de á 12, seis de á 8, y ninguno de á 13; que las fuerzas del enemigo eran muy superiores y tenía flanqueados ya dos puntos de la muralla por la brecha de Rectivía, hacia los que concentraba sus baterías, y que sin embargo, que acaso se podría resistir por el término de 24 horas, era muy incierto el éxito; así como lo es que en el mismo término pueda tener socorro, y finalmente, que si había algún momento oportuno para capitular, era en su concepto el presente; y conferenciado sobre el particular y consultado sobre todo las razones indicadas por dicho Sr. Gobernador, fue dictamen por pluralidad de votos que se solicite honrosa capitulación, y en su defecto defenderse hasta morir, á excepción del Sr. Martínez que en ningún caso se capitule, y que de todo se dé certificado al Sr. Gobernador como lo pidió.”

Recuerdos de Santocildes de la Sesión Extraordinaria del Ayuntamiento de Astorga de aquella noche

“No me es posible recordar esta sesion de luto y amargura sin traer á la memoria el rasgo sublime de lealtad, de valor y patriotismo del Licenciado don Pedro.Costilla, individuo del ilustre Ayuntamiento. Este virtuoso y venerable anciano, de mas de sesenta años de edad, renovando en su corazon toda la fuerza de la juventud y toda la virtud de los héroes, á pesar de estar convencido de la absoluta necesidad de admitir una capitulacion honrosa, prorumpio lleno de entusiasmo, y con aquella firmeza que caracteriza las almas grandes: Muramos como los Numantinos. ¡Alma, digna de no haber sufrido ni por un momento el yugo opresor de nuestros tiranos, recibe los homenages de gloria y honor que te tributa un Militar, que siempre admirará tu heroismo, y respetará tu memoria!

Datos sobre los jefes, oficiales y soldados españoles de la guarnición de Astorga que se distinguieron durante el asedio de 1810 extraídos del archivo personal del general Santocildes que sus herederos permitieron consultar a los historiadores astorganos don Paulino Alonso y Fernández de Arellano, y Rutilio Manrique.

 “ Astorga Heroica “. León, 1912. Pags. 121 a 124.

“ Pero es imposible, citar aquí los nombres de cuantos se distinguieron por su valor y patriotismo durante el sitio, y menos aún relatar sus hazañas.

   La amabilidad que no sabemos agradecer bastante, de los herederos del insigne defensor de Astorga, nos ha proporcionado ocasión de examinarcuriosos y auténticos documentos, en los que se hace mención de algunosde los distinguidos; el detenido estudio de nuestro Archivo municipal, nos suministró el conocimiento de otros, y aunque escasos e incompletos los datos reunidos, juzgarnos de interés darlos a conocer, rindiendo así el merecido homenaje a aquellos valerosos a patriotas.

   El teniente coronel, D. Pedro Guerrero, jefe del provincial de Lugo, se distinguió el día del asalto, mandando las fuerzas que defendían la brecha; D. Félix Pérez, de igual graduación, jefe del Regimiento de voluntarios de León, defendió como bueno el arrabal de Rectivía, del que era comandante; – fue victima – dice Santocildes en los documentos á que se hizo referencia-del furor de los enemigos, que llevándole prisionero, no pudiendo andar, le apalearon en términos que en muy escasas horas murió á mi vista en un pueblo de tránsito.

   La misma suerte corrió D. Francisco Transmonte, sargento, que se distinguió en el combate de las Tejeras el 30 de Marzo: imposibilitado de continuar la marcha, cuando era conducida prisionera la guarnición, fue bárbaramente asesinado a bayonetazos en La Bañeza, el 22 de Abril.

   Merece ser citado entre los distinguidos del provincial de Lugo, el subteniente D. Juan López, competente oficial, que con grande actividad hizo que se construyese con la rapidez que las circunstancias exigían, una de las cortaduras de la brecha. Distinguiéronse también D. Bernardo Pita y D. José Nouvoa, oficiales ambos; éste fue el primero en asaltar una trinchera enemiga y quedó herido. Por su heroico comportamiento en la defensa de la brecha, merecieron señalada menciónD. Juan Fadiño, sargento 2º del Provincial de Santiago; el cabo 1º del mismo, Juan Benito de Torres, herido en la misma brecha, y, entre otros, los soldados Ramón Trillo, que herido en la frente el 20 de Abril, siguió ocupando su puesto en la muralla el día del asalto; Andrés Antelo y José Vázquez, ambos heridos; Domingo Fernández, que murió heroicamente en la muralla el 15 de Abril, y José Oreizo, que incendio, con grave riesgo de su vida, unas casas del arrabal de San Andrés, ocupadas por el enemigo.

   El capitán D. Pedro Becea, los tenientes D. Bernardo Becerra y don Ramón Ozores, el subteniente D. Felipe de Castro y los sargentos don Tomás Mariño, D. Fernando Fernández, D. Juan Gradas y D. Francisco Trasmonte, ya citado, se distinguieron en la salida del 30 de Marzo, tomando el alto de las Tejeras, en donde tenían emplaza los enemigos una batería.

Al sargento de Cazadores de León, D. Esteban Rubio, una bala de cañón le arrancó una pierna; el cabo Francisco López, recibió en unaguerrilla cuatro heridas, de otras tantas  cuchilladas, y el soldado José González, que con gran peligro de su vida, entraba y salía de la plaza para facilitar noticias de lo que ocurría, distinguiéndose también en esta arriesgadísima empresa los oficiales del  mismo Cuerpo, D. Mateo Domínguez y D. Gabriel Huerga, capitanes; D. Felipe Garrido y D. Benito Trillo, subtenientes, que mucho antes del sitio se encontraban en contacto con elenemigo, para observar sus movimientos. Santocildes en los documentos referidos cita en lugar preferente a D. Mateo Domínguez, de quien dice ejecutó con mucho acierto su comisión.

   Este nuestro comprovinciano, abandonó sus estudios para empuñar las armas en defensa de su patria, siendo honrado, durante toda la campaña, conla difícil y peligrosa comisión antes dicha, para la que reveló excepcionales condiciones, como así lo acreditan varios certificados de los distintos Generales a cuyas órdenes sirvió: uno de ellos expedido por Santocildes, y que hoy conservan con legitimo orgullo sus descendientes. Terminada la campaña, elevó a S. M. respetuosa instancia, cuyo original obra en el Ministerio de la Guerra, unid a su hoja de servicios, ofreciéndole la condonación del importe total de su sueldo, que ascendía a 48.000 reales, con más 28.000 que de su propio peculio gastó en socorrer a los soldados que tuvo a sus órdenes para desempeñar su arriesgada misión, no pidiendo, como premio a sus servicios, otra gracia que la concesión del retiro con el grado superior inmediato, uso de uniforme y goce del fuero militar.

   Entre los documentos dichos hallamos una nota suscrita por el teniente coronel del Batallón de Cazadores de León, D. Felipe Zamora, en la que se dan los nombres de los oficiales a sus órdenes que mandaban las compañías de Tiradores Paisanos; helos aquí: D. Raimundo Probedo, subteniente; D. Jose Yanguas, D. Gabriel Yanguas y D. Ramón Carbajo, cadetes.

   De los individuos de la clase de tropa de estas compañías conocemos los siguientes nombres: Juan Andrea, Laureano Rebaque, Francisco Alvarez, de quien ya se hizo mención en el capitulo anterior, y José Antonio de Soto Barbetoros.

   Murió gloriosamente en la muralla el capitán D. Antonio Fernández, y el teniente D. Carlos Quiñones falleció a consecuencia de las heridas recibidas. De entre los artilleros citase a D. Juan Antonio Jiménez, veterano que contaba 25 años de servicio, y que causó extraordinario daño a los enemigos con un cañón a él encomendado.

   Réstanos hablar de Lamela y del húsar Tiburcio; tal vez los dos que más se distinguieron durante el sitio.

   El primero, llamado Manuel y no José, como dice el decreto de las Cortes de Cádiz, de 30 de Junio de 1811, hizo prodigios de valor durante el largo asedio, especialmente el día del asalto, defendiendo a bayonetazos su puesto en la brecha, matando a un oficial y a un soldado enemigos; una bala le privó del ojo izquierdo y oído del mismo lado, mas no fue esto causa bastante para retirarse de la brecha, y sólo abandonó su puesto cuando otra bala le destrozó una mano. Las Cortes premiaron su mérito como el de los que gradúa de distinguidos la Ordenanza, y Santocildes, le propuso para el grado de subteniente, porque juzgó que había sido quien más se distinguiera en el asalto.

   Equivocadamente se ha venido apellidando Alvarez al valiente húsar, que inmortalizó su nombre en la defensa de esta plaza “.

   Llamose este heroico soldado Tiburcio Fernández Maroto; así resulta de los documentos examinados. Remitimos al lector al apéndice número 14, en el que se hallará la prueba de nuestro aserto, así como la rectificación de inexactitudes en que, a propósito de la vida y hechos de este benemérito soldado, incurrieron los Sres. Rodríguez y Salcedo. En el citado apéndice va un extracto del folleto -El Húsar Tiburcio-, publicado recientemente por nuestro querido amigo D. Marcelo Macias, con ocasión del reconocimiento practicado para buscar los restos del húsar, y como preparación del homenaje que habrá de tributársele cuando se trate de su definitiva traslación y otros curiosos documentos referentes al mismo.”

Apéndice XVI.

Relato del asedio y reconquista española a Astorga en agosto de 1812.

José Priego Fernández del Campo; “ Guerra de la Independencia, 1808 – 1814 “. Volumen VII – 2º, Campaña de 1812. Madrid, 2.000. Pags. 43 – 46.

“   El 14 de junio el Marqués de Portago inició el bloqueo de la plaza de acuerdo a las instrucciones dadas por Wellington. La guarnición francesa de Astorga se componía de cerca de 1.200 combatientes, entre infantes y artilleros, bajo el mando del General de Brigada Charles Rémond. La plaza había sido puesta en estado de defensa…

   Rémond disponía además de abundantes reservas de proyectiles y de pólvora. Por el contrario, sus provisiones de víveres, vino y medicamentos eran escasas, y después de haber consumido los bueyes que habían sido utilizados en la construcción de obras exteriores, no que- daban en la plaza más que doce caballos y bestias de carga comestibles.

   El 16 de junio, el por entonces comandante general Interino Conde de Portago que tenía su cuartel general en Andiñuela, se había acercado a la ciudad con 30 caballos para reconocer sus obras exteriores. Se ocuparon los pueblos de los alrededores como Valdeviejas, Manzanal, Molinaseca, Castrillo, Manso y Santa Catalina. En la noche del 20, se verificó un reconocimiento formal de la plaza. La guarnición hizo una salida sobre el arrabal, pero fue rechazada, aunque los españoles se vieron en la precisión de abandonar el caserío a causa de la acción de la artillería y de las granadas de mano de la guarnición, refugiándose en el molino del mismo arrabal. El 27 de junio, Santocildes, al frente ya del 6º Ejército, informaba a Silveira que la guarnición de Astorga seguía cercada estrechamente, pero que esperaba el tren de batir para asaltar la plaza. La 1ªdivisión recibió la orden de reunirse al resto del ejército y, el 29, después de que el Comandante general del ejército y oficiales de ingenieros reconocieron la plaza, se decidió el plan de ataque y los puntos por donde se debería atacar. Esa noche, empezaron los trabajos de trinchera frente a Astorga, con lo que se formalizó el sitio. Al día siguiente, el enemigo coronó la obra existente delante de la puerta del Rey con sacos terreros.

   Por otra parte, se había solicitado artillería de la maestranza de la Coruña junto con otros útiles necesarios. Mientras tanto, se dio principio a la construcción de una batería al alcance de fusil de la plaza que enfilaba todo el frente de la puerta del Rey y batía de revés el reducto y rediente de la puerta del Obispo, y a pesar del vivo fuego enemigo se concluyó y artilló cuando llegaron, al fin, cuatro piezas de a 16 a través de El Bierzo. El fuego se rompió el 3 de julio con nueve piezas, los cuatro cañones de a 16, cuatro de a 4 de dos compañías de artillería a caballo y un obús, desmontando dos de las del adversario. Esta eficacia hubiera permitido inutilizar todas las piezas enemigas. Pero la falta de municiones  ( sólo se contaba con 2.000 tiros para las piezas de a 16 y de algunas más de menor calibre ) únicamente permitió un fuego lento que daba lugar al enemigo a espaldonarse. Se construyó, pues, otra batería frente al verdadero punto de ataque, entre el Castillo y la Puerta del Obispo, que se artilló sacando algunas piezas de la otra, y reemplazándolas con las piezas de a 4 y dos obuses de a 7 sacados de las compañías. Empezó ésta su fuego con bastante eficacia a pesar de lo pausado, pero por la diversidad del calibre de las balas se inutilizaron varias piezas. Se añadió otra batería más a la izquierda, para evitar que se supiera el verdadero ataque, pero la carencia de medios era notoria para el enemigo que podía observar como el fuego era siempre del mismo número de piezas, surgiera de la batería que fuere, y que disponía, por lo tanto, de más piezas que él.   

   Además no se podían utilizar las granadas, con objeto de incomodar a la tropa enemiga, para evitar herir a los moradores de la ciudad. Todas las baterías se habían construido a corta distancia de la plaza, entre 150 a 80 metros del recinto y de un fuerte exterior a la plaza. A partir del 5 de junio, se empezó a abrir la trinchera a la proyectada batería de brecha entre la puerta del Obispo y el Castillo y se seguían fortificando las baterías recién construidas, a pesar del vivo fuego de la guarnición, que no se sentía seriamente incomodada. Por medio de ramales de trinchera se logró por fin llegar al pie de la plaza, desalojando por ataques bruscos a los enemigos de todos los puntos exteriores, exceptuando los reductos. Se inició, también, la mina contra el recinto de la plaza sin haber podido acallar, sin embargo, el fuego de los reductos.

   A mediados del mes de julio, como hemos visto, Wellington había requerido a Santocildes para que tomara lo antes posible contacto con el ejército aliado y, a la vez, llamar la atención del flanco derecho del ejército de Marmont. El jefe del 6º Ejército español, después de dejar ante la plaza el equivalente de una división, al mando del Conde de Losada, con un total de cerca de 4.000 hombres, comprendiendo en ellos todos los artilleros, se alejaba de Astorga con el resto de sus fuerzas hacia el Duero.

   Al disminuir así el cuerpo de sitio, el mando español convirtió el sitio de la plaza de Astorga en un mero cerco. A pesar de todo, sus baterías siguieron concentrando sus fuegos sobre la cortina comprendida entre la puerta del Obispo y el Castillo, mientras se seguían trazando paralelas que permitieran la aproximación de los infantes al pie de los reductos del enemigo. Pero ni la batería de brecha fue suficiente, pues los sitiados paliaban enseguida sus efectos, ni los trabajos lograban progresar con suficiente ritmo. El mando español, ante la insistencia del caudillo británico para que la operación se realizase más activamente, alegaba la falta de medios humanos y materiales y confiaba en rendir la plaza por hambre. Castaños le había escrito a Santocildes, el 2 de agosto, que el sitio iba “ pareciéndose al de Gibraltar o Cádiz “ y que se trasladaba a Castilla para aliviarle de los asuntos políticos y algunas competencias entre el 5º y 6º Ejércitos. En esta situación se hallaba la plaza, cuando, hacia el 10 de agosto, el Capitán Bernard, como anticipamos, se presentó al General Rémond acompañado de un parlamentario español. Aunque sus proposiciones no fueron escuchadas, sí causó un efecto desastroso en la moral de parte de la guarnición, al confirmar la derrota y suponer al ejército francés de Portugal en retirada allende el Ebro, y más de 300 soldados, seguidos por algunos oficiales, desertaron en el curso de las jornadas siguientes.

   Los españoles consiguieron mantener oculto hasta el momento de la capitulación el hecho de que Clauzel pensaba enviar una columna, la de Foy, en socorro de la guarnición de Astorga, y cuya existencia, naturalmente, había perturbado a los sitiadores. Estos, por su parte, a partir del 15, habían desmontado las piezas de su artillería que fue enviada de nuevo a sus parques, confiando rendir la plaza por medio de la mina, cuya galería llegaba ya hasta el ángulo noroeste del recinto. El Capitán General Castaños, que hasta entonces tenía su cuartel general en Villafranca del Bierzo, a instancias de Sir Douglas, se trasladó el 17 frente a Astorga con el fin de intentar conquistarla a toda costa, antes de tener que levantar el campo. Como Rémond había escrito al Comandante del sitio, Conde de Losada, para preguntarle sobre la capitulación que podía esperar, Castaños encargó a Losada que enviara al Ayudante General del Estado Mayor, D. Pascual Enrile, para tratar de acelerar lo más posible la capitulación, aún a costa de rebajar las condiciones. En principio las condiciones que se imponían fueron las de entregar a la guarnición como prisionera de guerra para ser conducida a depósitos españoles. El citado coronel, que disponía de plenos poderes para gestionar la rendición de la guarnición francesa, utilizó sus excepcionales condiciones de negociador al día siguiente, 18, para lograr que el gobernador capitulase. Ya sea por el  agotamiento alarmante de sus víveres, por la falta de noticias de sus jefes, por las repetidas deserciones o por la desmoralización creciente de sus hombres, Rémond aceptó por fin los términos de la capitulación que eran muy honrosos y ventajosos para la guarnición, puesto que se estipulaba en ellos que los prisioneros franceses debían ser conducidos sin tardar a los puestos avanzados más próximos, para ser canjeados allí por otros españoles, que los oficiales podían conservar sus espadas y bagajes y los soldados sus mochilas; mientras el armamento, incluida la artillería, sería transportado en carretas y escoltado por unidades españolas y un destacamento armado francés, para serle devuelto en el momento de su liberación. El 18 de agosto por la tarde, se firmó la capitulación después de sesenta y siete días de asedio.

   El día 19, a las 8 de la mañana, salió de Astorga el General Rérnond a la cabeza de los 730 hombres que le quedaban, depositando sus armas al pie del glacis. Los franceses y su escolta se encaminaron, como estaba concertado, por la ruta de León, a Villadangos como si fueran a reunirse con las avanzadas del ejército francés de Portugal, supuestamente situado al norte del Ebro. Pero allí, después de ser separados el gobernador y la mayoría de sus oficiales de sus hombres, la columna, desandando lo andado, tomaba el camino de Galicia por Bembibre y Cacabelos. En esta última localidad, los franceses fueron despojados de cuanto poseían aún; maltratados por la escolta y por la población, mientras una parte de los enfermos y heridos fue asesinada, incluidos tres oficiales, en flagrante violación del acuerdo suscrito y de su consideración como prisioneros de guerra. Los supervivientes acabaron internados en Galicia y Asturias, en espera de ser canjeados por prisioneros españoles, sin que se presentara la ocasión del intercambio. Ese mismo día 19, los españoles, informados de la proximidad de la columna de Foy, se apresuraron a retirar la artillería y destruir las obras de fortificación, inutilizando las estacadas, los fosos, los reductos y puertas de la plaza. Al día siguiente por la mañana se retiraron de la plaza ocupando posiciones en las alturas que permiten el acceso al Bierzo, dejando a retaguardia alguna caballería destinada a vigilar las avenidas y en la misma plaza, 70 heridos o enfermos de la guarnición francesa. Al anochecer, llegaba la vanguardia francesa ante Astorga, treinta y seis horas demasiado tarde para liberar a sus compatriotas. “